domingo, 22 de mayo de 2011

Detrás está la gente

Algo está cambiando.
Se respira en las calles. Se oye en los pasillos. Se percibe en el ambiente.
Algo nueva está naciendo, pero no en la década de los 80. Es ahora, en los inicios de este siglo XXI, y está pasando en muchos sitios, al mismo tiempo. Y aunque muchos creían que acá eramos inmunes, también nos está pasando. Y no es solo por obra y gracia de Twitter o Facebook. No. Claro que no, porque detrás de cada tuit, detrás de cada posteo o invitación a evento, hay alguien, están las personas, está la gente.
La hemos visto esta semana en las plazas de España. Las vimos semanas antes en los noticieros: en Siria, en Egipto, en Irán. Las vemos hoy acá, en el fin del mundo, en nuestro inocuo Chile. Miles, miles por las calles de Santiago, por Valparíaso, Concepción, Iquique, Aysén... la volvemos a ver marchando, dando su opinión, oponiéndose a decisiones que son tomadas solo en los pasillos de La Moneda o en algún encuentro de empresarios. Oponiéndose a la devastación de la naturaleza, a la privatización absoluta de la energía y a que continúe la inmoral concentración de la riqueza. 
Finalmente la burbuja comenzó a reventar. 
Finalemente, la herida botó su costra, dejando ver bajo ella la pus, la infección.
Ningún pueblo digno puede soportar por tantas décadas la iniquidad. La mentira neoliberal se está cayendo a pedazos. Por fin los jóvenes han comenzado a cuestionarse las cosas, a decir ¡Basta!, a exigir su derecho a una educación de calidad. Las personas se cansaron de escuchar que el país crece y crece, pero ellos solo ven migajas de eso... ¿Quién crecen y se enriquecen en Chile?
Algo está cambiando.
Algunos políticos, los más concientes, se han dado cuenta. Los más, solo se espantan y no saben que hacer. El gobierno, como poseído por fantasmas del pasado, solo reprime y amenaza con las penas del infierno a quienes protesten. Pero -aunque le pese- no estamos en dicatadura, y los Tribunales de Justicia han demostrado su independencia al declarar ilegales las detenciones. 
Habrá que estar muy atentos para saber como siguen las cosas. Yo, al menos, estoy seguro que van por buen camino. El camino del cambio. El camino del pueblo.

lunes, 2 de mayo de 2011

Pax hominibus bonae voluntatis



El primero de mayo del 2011 terminó no con noticias acerca de grandes e importantes reformas laborales (no creo que se produjeran de todas maneras), sino con la sorpresiva información de que uno de los hombres más buscados y odiados del planeta, el saudí Osama Bin Laden estaba muerto. En septiembre próximo, se cumplirían diez años desde el atroz atentado al World Trade Center en Nueva York que costó la vida de miles de personas y fue un duro golpe al corazón de los Estados Unidos, es decir, a su centro financiero. Desde entonces, además, se inició una de las cacerías más gigantescas y mortíferas que los seres humanos hemos presenciado. La consigna era acabar con la mente maestra detrás de los atentados, contra el líder fanático, contra el financista, contra el monstruo que una vez los mismos Estados Unidos habían creado. Sí, porque aunque no lo quisieron reconocer nunca, Bin Laden había sido una creación de Estados Unidos, tal como antes lo fuera Sadam Husein. Porque si algo deja tras de sí la política internacional de los Estados Unidos, es un reguero de dictadores neo mesíanicos, fanáticos y sumamente crueles. Si no, pregúntele a los hispanoamericanos entre los 60 y los 90.
Pues bien, Osama está muerto. Al fin, exclamarán muchos. Pero la amenaza sigue latente. El peligro, tal vez, ahora sea mayor. La sed de venganza (la misma que movió a los estadounidenses) ahora quema las gargantas de hombres y mujeres presas de un fanatismo irracional que no trepidarán en inmolarse por lo que ellos llaman "su causa". Nuevamente, un sentimiento de inquietud se respira en los aeropuertos y en las estaciones de trenes. 
¿Terminará esto un día? Nebuloso se ve el futuro (así lo diría Yoda), el lado oscuro de la fuerza lo nubla todo. Yo quiero creer en la paz. Necesito hacerlo. Pero, amigos míos, no creo que esa paz llegue de la mano de asesinatos e invasiones. Por supuesto que no llegará tampoco en atentados y en terror. Aunque les suene iluso, amables lectores, sigo creyendo que el día de la paz solo podrá llegar cuando el respeto y el reconocimiento de la dignidad y libertad de los otros sea la forma de enfrentar la vida. Cuando los ricos, los poderosos comprendan que la tierra y sus enormes riquezas no les pertenecen, sino que son para y de todos. El día en que un país como los Estados Unidos de Norteamérica deje de gastar la inmoralidad de millones de dólares que gasta en misiles y armas, deje de invadir países pensando en su bienestar económico, el día en que reconozcan, humildemente, ante los demás pueblos de la tierra en que se han equivocado y se compramentan a no hacerlo más.
Ningún terrorismo surge espontáneamente. Su germen siempre es la injusticia. Yo no defiendo a los terroristas ni creo en sus causas, pero tampoco creo en el imperialismo que con garras y fusiles busca imponer sus designios.
Quiera Dios que algún día, los hijos de nuestros hijos, alcancen a ver no solo la luz del día, sino tambiém la luz de la paz.
Vale.