viernes, 12 de enero de 2007

"Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio"



Hace algún tiempo hablé de la fe y los problemas que a veces tengo con ella. He hablado también de mi negra envoltura, que no sólo es oscura, sino también amarga. Confesé también por allí mis altos y mis bajos, este péndulo entre la felicidad y la amargura que es la vida. ¿Qué se puede hacer?A todos los seres humanos se nos está encomendado aprender a vivir, o más bien, a sobrevivr a pesar de todo. A pesar de que hace cinco minutos se nos inflamaba el corazón de alegría, orgullo o pasión y luego, una fracción de tiempo solamente, no encontramos de nuevo con todo lo fútil que es nuestra existencia. Y así como ayer creíamos en la vida y sus posibilidades, hoy podemos estar pensando en que bien haría Dios con borrar a los seres humanos de su infinita memoria. Eso, claro, si es que ya no lo ha hecho.

Todo lo que he dicho no tiene nada de nuevo. Lo sé. Otros lo han señalado o estudiado antes y mucho mejor. Pero nunca está de más recordar que, a pesar de existir, no somos casi nada. De que somos casi como un suspiro, nadie podría asegurar con certeza que estuvo en la boca de alguien alguna vez. Todo en lo que creemos, nuestras esperanzas y nuestra fe, podría venirse abajo en un parpadeo, desmoronarse como un castillo de arena. ¿No es acaso eso, un castillo de arena nuestra existencia? Como los niños en la playa, vamos pala y balde en mano intentando levantar los muros y las torres, dándoles forma, construyendo almenas y cavando fosos. Algunos consiguen edificar un castillo precioso. Casi como si éste fuera real. Otros, los más, apenas si lograrán levantar una mediocres torres que se resquebrajan y amenazan con caer a cada instante. Pero eso no importa. No. De todas formas, pese a nustras prevenciones, pese a nuestro orgullo, pese al empeño que pusimos en construir nuestro castillo, siempre, SIEMPRE vendrá el mar y lo derribará. O quizá el viento, o tal vez alguien lo pisará, ¡Qué se yo! Todo es inútil. No podremos quedarnos con el castillo para siempre. Quizá alguien le tome una foto al castillo. La gente verá el castillo en los libros, las revistas, en alguna nota veraniega en la tele. Así conseguirá estar de pie un poco más, por lo menos en la memoria de algunas personas. Pero será sólo eso, un impulso nervioso en alguna neurona perdida.

También, y no conformes con construir nuestros propios castillos de arena, tenemos muchas veces la mala costumbre de construirles castillos a los demás. Ponemos nuestra fe en ellos. Confiamos ciegamante. ¿Cómo podrían fallarnos? Conversamos sobre nuestros proyectos, sobre la vida y los sueños. A veces, colocamos en los altares a esas personas y no nos damos ni cuenta que son ellas mismas las que botan sus propios castillos. Y generalmente, derriban una buena parte del tuyo.

"Nunca es triste la verdad..." No dice es gran cantautor que es Serrat. Tiene razón "La verdad os hará libres" Nos dice el Maestro. La verdad siempre es buena, es como la luz, que siempre es buena, apesar de que nos permita ver lo feos que somos o podemos llegar a ser. También nos muestra las pocas cosas buenas que van quedando. A mí, la verdad, me mostró lo equivocado que estaba. No es algo nuevo, ya me había desengañado unas cuantas veces antes. No, no es triste la verdad, lo que no tiene es remedio... cuando se quiebra una copa de cristal no tiene arreglo. Se puede pegar, pero nunca será lo mismo.

En fin, me gustaría saber, para terminar: ¿Qué se puede hacer con el amor, la esperanza, la confianza y la fe, cuando éstas se rompen y se quedan dentro de ti, pudriéndose lentamente? No creo que exista una respuesta para eso. Mejor, me voy a reparar mis muros, pues esta semana una ola se llevó la mitad de mi castillo...