martes, 26 de agosto de 2008


"El chistecito ése"

"Es que el chileno es así". Muchas veces escuché a varios humoristas de poca monta referirse de esa manera a la idiosincrasia nacional para intentar -como si hiciesen un sesudo análisis sociológico- justificar la mayoría de sus chistes de mal gusto. "el chileno pícaro", "el chileno astuto (por no decir sinvergüenza)", el "chileno ladino", todas formas de representar a través del supuesto humor de nuestros supuestos humoristas el cómo somos.
Yo tampoco pretendo hacer una cuenta atropo -psico -sociológica del humor chileno, pero tengo mi opinión acerca de éste. Y este es el espacio que me he reservado para comentarlo. Lo primero que tengo que decir es que, salvo honrosas excepciones, lo considero pésimo. Anclado (anquilosado, quizá sería más apropiado) es viejos clichés y estereotipos, recurriendo siempre a lo vulgar y mostrándonos como patéticos personajes amorales. Tal vez me dirán "pero en eso consiste la comedia, en motrar los defectos morales de las personas" Es verdad, lo concedo, pero no podemos comparar una obra de Molierè con un chistecito de Dino Gordillo. En el drama, son las acciones las que nos hablan de los personajes, en el humor chileno son hombres que hablan de otros y qué, la verdad, no asumen una postura crítica de lo que cuentan, sino que más bien, hasta lo justifican.
No, querido y ocupado lector, no es que quiera pasar por tonto grave (auque es muy probable que lo sea), pero hasta el humor no tiene por que ser siempre light. Menos aún si se trata de una de las armas más poderosas de combatir. Quizá una de las pruebas más claras del paupérrimo estado del humor chileno es que no se hace humor político (excluyamos a The Clinic, que no sé aún si es humor político o de plano solo escatológico). Es más nos conformamos con el chiste o la situación cargados de vulgaridad, principalmente, de dos tipos: coprolálico (me siento como el profesor Banderas) y sexual. Nos reímos de los garabatos por segundo que puede decir alguien tanto como del nuevo diámetro del pecho de tal o cual modelo cero % cerebro que se puso 950cc de silicona con algún doctor como de Nip/Tuck.
Pero, queridos y escasos amigos, el humor más detestable que se da en Chile es el racista. O más bien, no solo racista, quizá hay que hablar del humor de la discriminación. Se hacen en nuestro país, chistes que en otros países mandarían derechito a la cárcel a quienes los profirieran. Y no me refiero solo a los chistes de homosexuales, enanos, negros, gordos o discapacitados. Me refiero incluso a los chistes profundamente machistas que se hacen y que hasta las mujeres celebran. He escuchado a humoristas comparar a personas negras con monos. Señalar que los peruanos se comen las palomas de la Plaza de Armas, y a varios otros que se pasan la dignidad de las personas por muchas partes pudendas haciendo comparaciones ofensivas y soeces.
Por suerte, no todo está perdido, y por ahí han aparecido nuevas formas de hacer humor en Chile que no necesitan recurrir a la grosería fácil o al estereotipo repetido para hacer reir. Un aporte a sido el Club de la comedia, que aunque tiene lugares comunes con otras formas de humor y a ratos quieres ser como Seinfeld, a refrescado un poco el ambiente. Series como La ofis que es una adaptación de The Office de la BBC tal vez nos enseñen a reirnos también de la mediocridad y realmente de nosotros mismos más que de los demás. Y en el humor gráfico, Juanelo, que aparece de lunes a viernes en Publimetro y tiene su propio blog acá.
Ojalá que en un tiempo no tan lejano, no solo nos riamos del porrazo del otro, sino que también de los nuestros. Por lo menos yo soy un convencido de que el mejor chiste es el que después de la risa, no deja pensando.
Vale.

viernes, 8 de agosto de 2008



Agua fría

Hace tiempo que no escribía. Tuve tiempo para hacerlo, pero no lo hice. Perdón por eso (yo pido perdón igual, aunque lo más probable es que nadie me lea). Pero quisiera referirme a una noticia ya vieja -se ha vuelto una costumbre en mí-: El famoso jarro de agua sobre la Ministra de Educación.
Reconozco que ya había prácticamente olvidado ese asunto, pero ayer durante la reunión de apoderados, salió otra vez a colación, junto con la supuesta humillación pública de una alumna por parte de un profesor en el norte del país. De esto último, mejor no hablaré, porque hasta ahora no he escuchado el audio completo, así que no puedo opinar de aquello que no conozco.
Los apoderados de ayer, siempre puntuales, casi filosos, deseaban saber mi parecer acerca de la actitud de la tristemente célebre Música por mojar a la doblemente triste célebre Ministra Jiménez. Noté, claro está, que aquella pregunta no era inocente, sino intencionada a generar una controversia y determinar si este profesor que habla era o no consecuente con lo que predicaba. Pues bien, les respondí: No estoy de acuerdo con la actitud de Música.
No puedo estar de acuerdo con que se agreda en ninguna forma a una autoridad de la República, incluso una como la señora ministra, intransigente e intolerante, que cree ser dueña de la verdad y que no sabe escuchar. Claro que a mí no me gusta, pero eso no me da derecho a arrojarle un litro de agua en la cara. ¿Se imaginan si todos hiciéramos eso cuando no nos escuchan o alguien nos cae mal? Claro, quizá no necesitaríamos tantos psicotrópicos, armonil o sesiones con el psicólogo, pero nuestra sociedad no podría mantenerse en base a las agresiones y menos, sin respetar a la autoridad.
Vivimos en una democracia -imperfecta quizá, pero democracia al fin y al cabo- y por lo mismo debemos cuidarla, respetarla y perfeccionarla. Eso debemos enseñar a nuestros jóvenes, debemos (es un deber moral) hacerlos partícipes de ella, a través del diálogo, el voto, la participación política y social. Debemos mostrarles que durante 17 años en este país hubo quienes incansablemente lucharon por tener el derecho inalienable de la libertad, el derecho de vivir en una democracia. Gente que inclusive murió (y desapareció) por ello.
Hoy tenemos democracia, llena de yerros tal vez, pero perfectible. No la ensuciemos con la violencia. La democracia no es hacer lo que uno quiere, sino hacer ejercicio de la responsabilidad que cada uno de nosotros tiene. Quemar neumáticos, destruir faroles, agredir ministros no es vivir conforme a la democracia, es solo ser irresponsables y viscerales. Fanáticos, tal vez.
¿Debe ser expulsada Música? No, pero cancelarle la matrícula es una decisión que el colegio debe tomar si lo estima conveniente, pero que termine este año. Solo así, el ministerio de Educación no se pisará la cola a sí mismo, pues ellos son los primeros en protestar e impedir que un colegio expulse a un alumno, inclusive si comete un delito dentro del colegio.
La ministra recibió un refrescante mensaje, pero lamentablemente ese mensaje solo consiguió darle la razón a ella por sobre los estudiantes y los profesores. Cabe preguntarse ¿Quién salió más mojado? ¿La ministra o el movimiento estudiantil? El agua fría no fue solo para una ministra, fue para todos quienes queremos una mejor educación, por el bien de Chile, por el bien de los chilenos.