martes, 6 de abril de 2010

¿Es Chile un país solidario?


Hace ya unas cuantas décadas, ese gran hombre a quien tan atinadamente el presidente Lagos llamó "padre de la Patria de nuestros tiempos", San Alberto Hurtado, se hizo una pregunta que en la sociedad chilena de la época sacó más de una roncha: ¿Es Chile un país católico?

Desde la perspectiva del padre Hurtado, un país que mayoritariamente se decía y declaraba católico, es decir cristiano, no podía vivir tan sumido en la injusticia social y en la iniquidad que condenaba por generaciones a las personas a padecer la miseria más abyecta y la explotación más brutal. No podía concebir nuestro santo que quienes más católicos se declaraban fueran a la vez los que más acaparaban para sí las riqueza, más explotaban a sus trabajadores y, lo que es peor aún, eran quienes más cerraban los ojos ante las flagrantes injusticias que veían por doquier.

Han pasado muchos años desde entonces. Ya no cabría quizá preguntarse si Chile es o no un país católico (cada día somos menos los que nos reconocemos bajo esa fe), pero sí vale hacerse la pregunta: ¿Es Chile una país solidario?

Desde pequeños, ya en la escuela, se nos decía que nosotros, los chilenos, éramos un pueblo valiente, patriótico y solidario. Nuestra buenas, pero miopes, profesoras nos daban largas peroratas acerca de esos valores tan fundamentales de nuestra idiosincracia. Y claro, juntabamos monediatas de a peso o de a diez en cajitas de cartón para al cuaresma, o por octubre, en cajas de zapatos, juntabamos las chauchas para la Teletón, y nos hacía felices saber que esas moneditas, cual milagroso objeto, permitirían a un niño, a un par, ponerse de pie, caminar, tal vez ir al colegio o salir a jugar. Y los buenos curitas del catecismo, nos decían que nada agradaba más a Dios que ayudar a nuestro prójimo, pero aún más si nuestro prójimo ni se enteraba que lo estabamos ayudando. "Que nunca sepa tu mano izquierda lo que hizo tu derecha" me decían, y para mí eso se transformó en un axioma de vida.

Y las encuestas, los medios de comunicación, la gente común y corriente en la calle afirman con orgullo: "somos un pueblo solidario. Cuando hay que ayudar ayudamos", y se sonríen y se sienten satisfechos y duermen cómodamente y sin sobresaltos por las noches.

Pero... yo no estoy de acuerdo. No somos más solidarios que cualquier otro país. No nos distingue la solidaridad y, menos aún, nos da superioridad moral alguna. No, perdónenme en verdad, pero no. Chile no es un país solidario. Y no los somos porque nuestros "pecados" como sociedad son tanto de acción como de omisión.

Las tragedias que cada cierto tiempo nos azotan, hacen que sintamos la necesidad de ayudar y de que no ayuden y protejan. Y nuestros mesías de los mass media nos aúnan en campañas para ir en ayuda de quienes más nos necesitan. Y, al igual que la viuda pobre que da sus dos monedas de cobre, millones de chilenos donan lo que pueden para ayudar, porque realmente creen que ayudan. Pero tras la viuda pobre, aparecen los fariseos que dan sus millones de monedas de oro. Y quienes observan se sorprenden y maravillan y dicen "Qué buenos son estos señores empresarios que donan mil millones para la reconstrucción" Pobre gente ilusa... no saben que nunca es bueno el que pregona de serlo.

Vamonos por parte.

No puede el nuestro ser una país solidario si un pequeñísimo porcentaje de él concetra casi el 80% de las riquezas, y nos las comparte ni tiene intenciones de hacerlo. Si usted, amable lector, piensa que determinado empresario o empresa es "buena" porque donó una importante cifra frente a las cámaras, lo siento, pero desengáñese. Con los impuestos que no va pagar por el concepto de "donación", le aseguro que salió ganando con lo donado. Y las empresas donan, que sé yo, cien millones, pero gastan quinientos en publicidad para anunciarle a todos los chilenos que ellos son buenos y donaron cien. Algunas empresas son tan pero tan buenas, que donan "Cien", pero después papá gobierno les hace un contrato exclusivo para la reconstrucción por "mil". ¡Cuánta bondad!

Después, qué decir de nuestra primera autoridad, que no solo no contento con no cumplir su palabra de vender sus acciones de varias empresas antes de asumir la primera magistratura, luego de que los hace, busca la manera de pagar la menor cantidad de impuestos posibles, aún a sabiendas de que el país necesita recursos con urgencia. Claro, no violó ninguna ley. No hizo nada ilegal... ¿Pero y la ética? ¿Dónde está la moralidad? ¿Cómos se puede predicar con el ejemplo entonces? Quizá usted me diga: "Bah, cualquiera hubiese hecho lo mismo" Tal vez... pero no estamos hablando de que el cajero automático le pase un billete de dosmil en lugar de uno de mil... estamos hablando de 50 millones de dólares en impuestos... ¿Cuánto se puede hacer con eso? ¿Puede usted dimensionar esa cifra, imaginarla en sus manos? Lo que hizo el presidente es lo mismo que pasar junto a un hambriento con la billetera llena de dinero y no darle siquiera un trozo de pan. No hizo nada malo, pero tampoco nada bueno. Nada bueno pudiendo hacerlo y eso, eso si que es malo.

Nuestros medios de comunicación, con una responsabilidad social nunca antes vista, cubrieron para nosotros la tragedia, las lágrimas y el dolor. Pusieron en nuestras pantallas a las víctimas una y otra vez, trasnformando la pena en algo carente de sentido, convirtiendo a las mismas personas en "cosas" para vender a la hora de las noticias. A un niño que necesitaba recobrar su vida normal, lo marcaron para siempre con el triste apodo de "Zafrada" y las autoridades en pleno corrieron a sacarse fotos con él. Y el pobre niño no necesitaba nada de eso, sino solo una casa digna y una escuela donde estudiar. Sin parafernalia, sin flashes, sin pelotas de fútbol presidenciales.

Y el pueblo. La gente. Se lo traga todo sin procesar. No se cuestiona nada. Absorbe y absorbe como esponjas sin límite. Se deslumbra con las luces de los reflectores, las sonrisas del cantante sin talento y las nuevas pechugas de la modelo de moda en la farándula. Algunos hasta pintan su auto con consignas bien intencionadas y otros izan las banderas en casa. Y mientras, las isapres y las AFPs les chupoan los sueldos. Y mientras, siguen explotandolos porque no se sindicalizan. Y mientras, les van a privatizar empresas que son de todos, pero no me interesa. Y mientras, todos queremos ser ricos y exitosos y los demás que se las arreglen como puedan.

No, no somos un país solidario. Tenemos dentro nuestro el potencial para serlo. Pero se necesita más que un terremoto 8,8 para despertar a nuestras adormiladas almas.
Vale.