viernes, 16 de marzo de 2012

Todos fuimos, una vez, una semilla.





Ha sido álgido el debate durante las últimas semanas acerca del aborto terapéutico. No es un tema nuevo, ya varias veces antes, ha estado en la palestra y se ha intentado legislar acerca de éste. Cierto es, que hasta 1989 existió en nuestra legislación sanitaria el derecho de practicar abortos terapéuticos cuando la vida de la madre corriese riesgo o el desarrollo del feto fuese inviable, es decir, no pudiese vivir después del parto -o al menos no más allá de un brevísimo tiempo-. 
Las llamada "leyes de amarre" aprobadas por una frenética junta militar, borraron del código sanitario el aborto terapéutico. Me imagino, presionados por sectores ultraconservadores que veían con "horror" como civiles estaban ad portas de ingresar a La Moneda después de 17 años. Luego, durante años, se intentó reponer, sin éxito. Varios proyectos entraron al congreso, pero ninguno fructificó.
Bien, este es el contexto que necesitaba para poder exponer mi opinión.
No puedo estar a favor del aborto. Como no puedo estar a favor del asesinato. Creo, no obstante, en la necesidad de legislar acerca del llamado aborto terapéutico para casos muy específicos y determinados. Si la vida de la mujer corre un riesgo inminente, por ejemplo. También en casos comprobados de inviabilidad del embarazo. Me parece absurdo y cruel sustentar por nueve meses el dolor de quien sabe no verá con vida a su hijo más allá del parto... ¡Pero atención!, éstas deben ser decisiones de la madre y el padre, no del Estado. Hemos conocido casos de mujeres que han decidido -pese a poder ponerle término antes- terminar un embarazo inviable, dar a luz y tener el derecho y el consuelo de dar una sepultura al hijo que no pudo vivir. Sería, entonces, la casuística la que garantizaría el derecho al aborto terapéutico.
¿Y en caso de violaciones? Me cuesta más dar una opinión en este caso. Creo que diría que no me parece, puesto que no es culpa del niño la aberrante actitud del violador, pero no será yo quien cargue con el dolor de aquella mujer abusada... es difícil, pero me imagino que en esos casos, la oportuna entrega por parte del Estado de la llamada "Píldora del día después" sería una buena solución. Nuevamente, si ésa es la decisión de la mujer violada.
Bien esta es mi opinión. Lo es hace tiempo para este tema y nunca he dejado de expresarla cuando en el contexto que sea, me es requerida. Como podrá imaginar, respetable lector, no siempre ha sido bien acogida. Muchas veces se me ha acusado de retrógrado cavernícola. Sin embargo, creo firmemente en mis argumentos para sostenerla. Júzguelos usted:
No puedo estar de acuerdo con el aborto universal por la sola decisión de la madre o de los padres, porque no atañe a ellos decidir por un tercero (En este momento los pro abortistas se escandalizan) ¿De qué tercero hablamos?, me preguntarán... pues simplemente de aquel que está esperando nacer en el útero de la mujer (Acá los pro abortistas esbozan la primera sonrisa irónica)... ¿Es un ser humano aquel microscópico atado de células? Pues para mí, sí, y lo es desde su concepción, desde el momento mismo en que dos células haploides forman una solo célula diploide: el cigoto (en este momento, los abortistas ya se carcajean y piensan "otro fanático religioso. O es canuto o es opus").  Comienza entonces, la contrarrespuesta: para muchos, aquella asociación de células, el cigoto o la mórula o inclusive el embrión, no constituyen para nada un "ser humano", por lo que, no goza de los derechos aplicables a los demás seres humanos. Inclusive, hay algunos, que afirman que mientras sea un nonato aquello que late en el vientre se la mujer, no puede hablarse de ser humano, puesto que para serlo, es preciso primer "nacer". 
Personalmente, esas posturas me "escocen" bastante. Claro que es decisión de cada uno considerar o no cualquier vida como algo sagrado -Quisiera ver que alguien me niegue que un par de células no son vida-, pero me molesta más cuando quienes no ven en un embrión humano a un Ser Humano (Y por lo tanto DIGNO), ponerse la camiseta de defensores de la naturaleza y los seres vivos... ¡No a la matanza de focas, pero sí al aborto! Como que algo no me cuadra... y no es que esté de parte de los japoneses arponeros ni de la caza de zorros, pero si soy capaz de sentir una honda y sincera conmiseración por un pobre cachorro abandonado, que no tienen la culpa de haber nacido... ¿Cómo no soy capaz de sentir algo por una vida -insisto- humana que se gesta?
Más escozor me genera, aún, cuando los abortistas universales enarbolan la bandera de los Derechos Humanos. Claro, me dirá usted, ¿Qué pasa con la libertad?, ese inalienable derecho a decidir. La mujer debiera tener el derecho, después de todo, ella es la que lo llevará adentro nueve meses. ¿Pero que derecho está por sobre el otro? ¿La libertad o la vida, que también es un derecho? 
Si tengo relaciones sexuales consentidas hoy en día, sé lo que me expongo. Sé que hay varias cosas más allá en una relación sexual que el mero goce y el pasar un buen momento. Sé que hay sida, chlamidya, hepatitis, papiloma humano y, una alta taza de probabilidad de embarazo. ¿Entonces? Ante todo eso surgen los condones, las pastillas anticonceptivas e, inclusive, el arcaico invento de la monogamia o la abstinencia. Cuando decido libremente tener relaciones sexuales, hago uso de mi libertad, pero también debo ser responsable y hacerme cargo de las consecuencias de ese ejercicio de la libertad. Hoy en día, cualquier consultorio reparte condones y no me digan que una niña de 16 no sabe que puede embarazarse si tiene relaciones sexuales. ¡Claro que hace falta mayor educación sexual! ¡Claro que hay falencias! pero por sí solas no constituyen la excusa para la existencia del aborto. 
Vuelvo al abortista defensor de los Derechos Humanos. Le pregunto: Cuando un agente de la CNI golpeaba a una mujer embarazada... ¿La golpeaba solo a ella? Y cuando le ponía corriente, cuando la violaba, cuando sumergía su cabeza en un barril de orines ¿Solo ella sufría esos vejámenes? ¿La vida que llevaba dentro era inmune a esa realidad?
¿Y qué hay del desarrollo personal de la mujer? Podría preguntarme usted, con justa razón. ¿Qué pasa con la mujer que no puede seguir sus estudios o que se vería obligada a abandonar un trabajo apasionante por la espantosa tarea de cambiar pañales?  Sinceramente, no creo que ninguna mujer haya arruinado su vida por ser madre. Pueden arruinarla con alcohol, drogas o con malas relaciones sentimentales, pero no creo que los hijos sean su ruina, Quizá si la obliguen a postergar algunas cosas, o a hacerlas más difíciles, pero siempre hay alternativas, desde una nana hasta la adopción. 
Lo que pasa es que tú eres hombre. Si fueras mujer... podría estar pensando usted ahora. Puede ser, quizá mi cosmovisión de macho recio tenga que ver con mi opinión, pero yo sé perfectamente que los niños se hacen de a dos y no justifico para nada al pelotudo que arranca como alma que se quiere llevar el demonio cuando se entera que puede ser padre. Los hombres tienen tanta responsabilidad en esto como las mujeres.
A estas alturas, quizá piense que no soy más que un católico trasnochado, repitiendo como loro lo que los perversos papas en el Vaticano quieren que pensemos... tal vez. Usted quizá es ateo o agnóstico, por lo tanto, más inteligente que yo que tengo amigos imaginarios. Y como usted es ateo o agnóstico, no anda pensando en idioteces como el pecado o la trascendencia. Pues bien, para mí, al menos existe el consuelo de que todos aquellos niños abortados volverán con Dios, donde conocerán el amor que les fue negado en la tierra... usted, que quizá es ateo o agnóstico, sabe que no hay más que esta vida, este ahora, este presente... ¿No debiera, entonces, defender más que yo el derecho a vivir, a existir, de cualquier persona? Si no hay más vida que esta... entonces sí que el aborto es imperdonable, pues negó la única posibilidad de ser a un ser humano.
Esto es lo que pienso y creo. Puede que usted me diga que soy estúpido por confundir dos cosas diferentes, puesto que no es lo mismo un árbol que una semilla. Y tiene razón, pero yo le recuerdo solo una cosa más: hasta la más alta y grandiosa de las sequoías fue semilla alguna vez. Y usted también. Usted también.