martes, 9 de noviembre de 2010

Destino



¿Qué es el destino? ¿Existe acaso tal cosa? Mucho tiempo de mi vida me he dedicado a reflexionar sobre aquella cosa. Destino... casi imagino esa palabra escrita siempre con signos de interrogación, como una tarjeta del Monopoly o de La gran Capital.  No es algo sencillo, y estoy más que seguro, a varios además de mí,  le ha quitado el sueño muchas noches.
Si Dios existe, entonces existe el destino. Mas si no existe Dios, ni dioses, ni demiurgos que decidan por nosotros, quiere decir que no hay un destino y somos completamente libres de trazar nuestros caminos. Pero entonces... estaríamos destinados a construir nuestro destino, por lo que el destino seguiría existiendo... uf.
Ahora bien, demos por sentado que Dios existe. La mayor parte de los seres humanos cree en algún tipo de deidad o deidades o poderes superiores y creadores. Bien, digamos que hay Dios, ergo hay destino. Pero los cristianos creemos en el albedrío, por lo que somos libres y Dios no decide por nosotros; nosotros somos nuestros propios artífices... pero si Dios es omnisciente, quiere decir que conoce nuestro futuro, si lo conoce es porque ya existe ese futuro, por lo tanto, está escrito, es nuestro destino y el albedrío se nos va al carajo... uf x2.
Ya. Mejor me dejo de argumentaciones falaces y paradojas... no es en verdad de eso de lo que quiero escribir. No quiero probar o rebatir la existencia del destino, porque, no tendría como hacerlo. Lo que realmente me interesa es divagar sobre la posibilidad de un destino, sobre lo necesario que me resulta, pues es el destino, al menos para mí, lo que podría dotar de un sentido a las cosas que me ocurren en el día a día. 
Muchos de ustedes habrán leído El hombre en busca de sentido. Si no, es probable que hayan escuchado ese título. Yo lo leí hace algún tiempo ya, pero nunca dejó de impresionarme cómo, el narrador, sumergido absoluto horror, en el dolor, en el sinsentido de un campo de prisioneros nazi, fue capaz de ir dotando a las cosas de un sentido de una razón que le permitiera seguir viviendo y no rendirse, no dejarse morir. 
Se ha preguntado, usted querido lector, cuál es la razón de su existencia. en otras palabras, ¿Para qué vive usted? o más bien, ¿Por qué vive usted? Yo he vivido toda mi existencia racional preguntándomelo. No es algo muy tranquilizador, no es una pregunta que quizá uno debiese hacerse antes de dormir. Sin embargo, nunca he podido dejar de preguntarme por el sentido de mi existencia... ¿Se debe a una causa o solo al azar?
Me pregunto si estas preguntas estarán rondando la cabeza de la mayoría de las personas... espero por su salud que no.
Ya sé, desocupado lector, que quizá todo esto sea absurdo. Varias personas, incluso muy cercanas, me han invitado a dejar de pensar tonterías y a tratar de vivir  más relajado, más alegre. "¡La ignorancia es una bendición!" me dijo una vez alguien muy querido. Pero en mi caso creo que "el que nace chicharra, muere cantando" que extrapolado a mí persona sería "el que nace amargado muere penando".
En fin. Supongo que es en las pequeñas cosas dónde puede verse la acción de ese incierto destino de cada quien. Tal vez todo no es más que un ejercicio de imaginación. La micro que se me pasó, el tren al que no me subí, el café al que no entré... cómo esas acciones, esas oportunidades hubiesen cambiado lo que soy, mi historia... ¿Algo hubiese cambiado?
No puedo dejar de pensarlo cada vez que dejo pasar un metro lleno. Dentro hay cientos de personas. Quizá una de ellas cambiaría para siempre mi destino. Entonces siento el impulso de subir rápidamente, aunque sea a empujones, pero me detengo súbitamente... ¿Y si es en el siguiente tren donde viene esa persona que cambiará mi existencia? 
Supongo que últimamente ando tan perdido por la vida que necesito dotar de sentido incluso a cosas tan absurdas como el transporte público. De a poco me doy cuenta que tomar ascensores o subir escaleras, caminar una calle o la otra, dejar pasar un tren o no, salir a las 11 o a las 11:05, sentarme aquí o allá y un montón más de pequeñeces a las que intento encontrarles una razón, un sentido, son las que me han permitido seguir medianamente cuerdo y vivo hasta el día de hoy. Por lo menos hasta que encuentre a esa persona.
Vale.