miércoles, 17 de octubre de 2007





... Y yo me iré, y se quedarán los pájaros cantando...

Hoy cumplí 27 años, y no recuerdo haber tenido nunca un cumpleaños tan triste, tan solo. Estuve tres semanas con licencia médica, viendo a mi papá enfermo y sufrir todos los días, como lo vengo viendo hace ya seis meses. Hoy, decidí volver a trabajar y allí estaba el colegio, igual que siempre, como si yo me hubiese ido ayer y hubiera vuelto hoy.

Nada cambió por mi ausencia.

Debo andar más melancólico que en otras oportunidades, pero me dolió desayunar solo. El café me supo amargo. No puedo culpar a nadie, en mi casa todos están cansados con lo de mi papá. ¿Iba yo a pedir a mi mamá que se levantase a tomar un café conmigo a las seis de la mañana?

No había salido en casi un mes a la calle no había hecho el trayecto al trabajo. No importa, pues todo estaba igual. Ayer, 16 de octubre, fue día del profesor. Me acuerdo que el primer año en que trabajé, todo el curso de mi jefatura me preparó una tarjeta, me regalaron un dibujo hecho por ellos y hasta flores recibí. Claro, coincidía mi cumpleaños casi con el día del profesor. Hoy todo fue tan diferente. No hubo discursos, ni flores, ni tarjeta. Apenas unos saludos esporádicos, algunas preguntas por mi ausencia y algunos comentarios acerca de los simpático que fue el profesor reemplazante en comparación a mí. Los adolescentes pueden ser brutalmente honestos.
Los alumnos más antiguos sí se acordaron más del día del profesor y de mi cumpleaños y me saludaron. ¡Qué tonto me he puesto con los años! ¡Miren que importarme esas cosas de saludos!

¡Pensar que solo hace unos años, recibía hasta treinta llamados telefónicos para saludarme! Recuerdo que nunca había tenido un cumpleaños donde me sintiese tan querido como en tercer año de universidad ¡Sí hasta los profesores me saludaron!, recibí tarjetas y muchos abrazos. Antes, mi abuelo me llamaba poco antes de las siete para desearme un feliz día. Nunca más volverá a llamarme. Antes, tenía amigos que me invitaban a almorzar, que me hacían "capoteras", tenía muchas amigas que me deseaban lo mejor de la vida y felicidad eterna. Hoy, debo ser sincero, me sentí profundamente solo...

Hoy, no me llamaron mis amigos, menos me visitaron. Nadie de mis colegas se acordó que estaba de cumpleaños y mi polola no me fue a buscar a la salida. Hoy, almorcé solo, a las cinco y media de la tarde frente a un televisor y la única persona que me sonrió fue el mozo para cobrarme la cuenta.

Los regalos que recibí, me los hice yo mismo. Los pagué a crédito por lo que, en estricto rigor, son del banco hasta que pague la última cuota.

No hubo mi comida favorita al llegar a la casa, y mi cama estaba tan sin hacer como cuando me fui. No hubo fotos, ni velas ni "que los cumplas feliz". Gracias a Dios, mi abuelita vino a visitarme. Dios bendiga a las abuelas.

Por favor, no quiero que me mal interpreten, ni que crean que soy un desagradecido. No culpo a nadie de nada. Todos tiene muchos problemas como para además, tener que andar recordando cumpleaños ajenos. Yo mismo le dije a mi polola, que tenía muchas cosas que hacer hoy, que ni se preocupara de andar viniéndome a ver. Total, yo no me iré a ningún lado y bien podrá saludarme otro día. Pero igual reconozco que me hubiese gustado un abrazo de ella.

Realmente, lo que me duele, es darme cuenta -nuevamente- de lo intrascendente que es mi existencia. Nada dejaría de funcionar sin mí. Si yo desapareciera nadie dejaría de respirar y todo seguiría funcionando como siempre. Es como este blog. A nadie le importaría nada si lo suprimiera ahora mismo. No he hecho nada para merecer mayor consideración, así que no tengo mucho derecho a quejarme. Soy otro más, soy uno más. Soy del montón que un día se dijo "no quiero ser del montón".

Es triste para mí, pero es verdad. Si no están de acuerdo conmigo, simplemente hagan el siguiente ejercicio: si nunca me hubiesen conocido o si nunca hubiesen visto este blog: ¿Cambiaría en algo sustancial su vida? ¿Verdad que no?

Bastante razón tenía Juan Ramón Jiménez en su "Viaje definitivo". Pero al menos a él, lo recordamos por su poesía. Yo, ni un árbol he plantado.

Bueno, mejor me voy a dormir, he tenido un semestre difícil, he dormido poco y ya ni sé que estupideces estoy hablando.