viernes, 4 de diciembre de 2009

Autoayuda



Debo confesar, queridos e imaginarios lectores, que una (más) de las cosas que me hace enojar de esa forma que tanto odian quienes me conocen (sí, esa de los gritos y la misantropía crónica) es el tema de la literatura de autoayuda... Sip, la autoayuda, que partiendo del concepto mismo es una imbecilidad total.
Mi rabia aumenta aún más, cuando al visitar las librerías, la Feria del Libro o mirar el ránking de los libros más vendidos constato con horror el inmenso lugar que ocupan esas páginas de "autoayuda"
Partiendo del concepto todo está mal: ¿AUTOAYUDA? Auto del griego 'αύτο' que significa 'por sí mismo', es decir, me ayudo a mí mismo... por lo tanto, nadie me ayuda, soy yo quien me ayudo y como soy imbécil, pago por ayudarme solo. ¡Steve Jobs no le llega a los talones a Coelho!
No crean que esta ha sido una discusión breve... me ha tocado tener entretenidas discusiones con muchas personas, incluso amigos o familiares, por el temita de la autoayuda. Desde pequeño, para que vean. Recuerdo que la primera vez que me enfrenté a este tipo de literatura escritura fue en octavo básico, cuando mi tierna maestra de castellano, la señorita Pingüino (así le decíamos a la pobre) nos hizo leer esa bazofia new age de Juan Salvador Gaviota. Mis compañeros saltaban en una pata, claro, después de leer los cuentos del "Vaso de leche, el colo-colo, el delincuente" de Manuel Rojas, para ellos era una maravilla leerse un librillo de unas 50 páginas, de las cuales un tercio eran fotos mal fotocopiadas de gaviotas. Algo no me cuadró después de la lectura. Para enseñanzas ya tenía a mi mamá o al cura todas las mañanas en la misa. Pero esa cosilla media mesiánica ya me estaba dando como patada en los riñones, y eso que solo tenía 13 años. Con el tiempo, y sobre todo con la lectura, llegué a entender qué era lo que no estaba bien: nada.
En la universidad viví uno de los momentos que más huella me ha dejado acerca de esta psudoliteratura. Mi amiga Denís se debe acordar: Primer año, clase de Competencia comunicativa oral I (Qué nombrecitos, ¿no?). Todos debíamos hablar de un libro que nos hubiese marcado en nuestras vidas. Íbamos bien: Cien años de soledad, Cumbres borrascosas (though you may not belive!), Narciso y Goldmundo, hasta que una compañera saca El caballero de la armadura oxidada... FAIL! Nuestro profesor que era un amor (hoy es rector...) trató de ser lo más tierno y amable posible mientras destruía el libro favorito de mi compañera y de paso todo lo que ella había creído respecto a la literatura hasta entonces... pese al escarnio público, le hizo un favor ese día el profesor. Lo trágico (aunque gracioso para mí) fue que mientras el profe pedía se arrojara a la hoguera ése y muchos otros libracos como aquél, varios compañeros escondían con disimulo sus copias del mismo título.
Como me reconozco prejuicioso, mas no por ello incapaz de reconocer un error, decidí leerme aquellos libros de tan mala reputación entre los críticos literarios. Empecé con Coelho... Verónika decide morir... iba tan bien hasta...
Y es que eso pasa con los libros de autoayuda. Muchas veces empiezan bien, pero después... el final feliz, prefabricado. Las frasecitas cursis llenas de sabiduría comprada en el Mall, el plagio descarado de otras obras que sí son literatura. Aforismos como "La verdad esta en tu interior", "Eres bello, un ser de luz" "En tus vidas pasadas fuiste un príncipe, por qué ahora no?" ¡Fruslerías!
Y mientras, la vida. Por eso en el colegio me opuse siempre darles a leer toda esa basura a mis alumnos. A veces tuve que tranzar (pido perdón al curso que una vez les di a leer Juan Salvador Gaviota), pelearme con el profesor de antropología porque les daba a leer a los muchachos Juventud en éxtasis y los alumnos decían que yo era malo porque los hacía leer La vida es sueño... ¡El monstruo era el profe de antropología, no yo! Y por horroroso que parezca, he visto colegas que justifican la lectura de esos bodrios con tal de que los niños lean... eso es como decir "No importa que solo como papas fritas, con tal de que coma" Dios nos libre.
Solo hay que subirse al metro a la micro para ver qué leen las personas... eso habla muy mal de nosotros, no solo por la calidad de lo que leemos, sino porque debemos estar muy mal como sociedad si esperamos encontrar las respuestas a nuestra insoportable rutina de respirar todos los días en esos libros. Si al menos la gente buscara en la Biblia, digo para no pagar por una mala copia de cosas que estaban allí hace tanto.
La verdad, amigos, la autoayuda no es para ustedes ni para nadie. Es solo un negocio y muchos pagan por escuchar lo que quieren, es engaño. La literatura, la de verdad, no esta plagada de finales felices ni de respuestas, es más, la literatura está sembrada de dudas, dudas que te obligan a pensar, a reflexionar, a hacer latir tu corazón.
La autoayuda es como la música pop o las teleseries, hechas para dejar contentos a todos. Si quieres escuchar que eres bello, hermoso, un ser de luz, párate frente al espejo y dítelo tú mismo. Pero acuérdate que afuera siguen matando gente en las guerras, los niños se mueren de hambre mucho más cerca de lo que crees y tú estás lleno de deudas y no le encuentras el objetivo a tu existencia. Y ningún libro te va a salvar de la responsabilidad que en todo ello te cabe. La insoportable responsabilidad de seguir viviendo.
Vale.