lunes, 22 de septiembre de 2008




Grandes chilenos:
absurdos concursos


Ad portas del bicentenario de Chile como nación independiente de monarca alguno (Bush no cuenta como rey), nos hemos visto bombardeados de programas televisivos, publicaciones y manifestaciones culturales de toda índole que nos recuerdan (en la medida de lo que los medios quieren) nuestra chilenidad. Se han entregado grandes esfuerzos y buenas producciones que, sin duda, contribuyen al rescate de nuestra identidad e historia. Un ejemplo son la mayoría de las series Bicentenario de Canal 13, los microprogramas Fragmentos de Chilevisión o las series de cuentos televisados dirigida por Raúl Ruiz en TVN. Sin embargo, creo que la televisión estatal de Chile (sí, estatal aunque a muchos les disguste esa palabra) ha cometido un profundo error al realizar su propia versión del programa de la BBC Great Britons, o por lo menos lo cometió al realizar una votación popular para elegir a quienes debiesen llevar el rótulo de "gran chileno".
Probablemente mi crítica no sea muy novedosa (he escuchado a varios que piensan como yo), pero no puedo dejar de manifestar mi parecer ante lo que yo considero "tamaña falta de sentido común". Y es que no se puede comparar peras con manzanas. O, más bien, no debiera una madre elegir entre sus hijos al que considera gran hijo en desmedro de los otros.
No es posible que se intente comparar a Lautaro con Gabriela Mistral, simplemente no hay comparación entre ambos, pues no existe un punto de comparación. Ambos con grandes, grandísimas figuras de nuestra historia y no es justo hacerlas competir por la mediocre fama, fama por lo demás entre gente que se deja llevar por las opiniones de otros y que raramente tiene un criterio absolutamente formado.
¿Qué la peleas fue entre el presidente Allende y el capitán Prat? ¡Por Dios!, no podemos generar ni amparar tal disputa. Ningún chileno debiese estar decidiendo algo como quien fue más importante, pues los dos lo fueron en determinados contextos históricos que no tienen un punto de comparación. Más aún, si no se discutían puntos como la calidad de la poética de Parra, Neruda o Mistral. O las tácticas militares de Lautaro, Carrera, Rodríguez o Prat. Grandes Chilenos no era más que un concurso efectista e inmediato. Yo diría hasta cierto punto, tendensioso, que se prestó para la controversia desinformada y sin argumentos. La pelea entre Allende y Prat terminó siendo comparada por algunos como la pelea entre la izquierda y la derecha, y no faltó quien dijera que tras Prat estaba Pinochet escondido. ¡Qué falta de respeto con un héroe como Prat! Compararlo con Pinochet... Y es que Prat no es de la izquierda, ni de la derecha ni del ejército o la armada siquiera: ¡Prat es de los chilenos todos! Como todos los chilenos de la lista en ese concurso, chilenos que no podemos estar comparando con mezquinas y mediocres varas. Como los grandes chilenos que se quedaron fuera, como O'Higgins (a quien se le ha hecho una leyenda negra horrible), como el presidente Aguirre Cerda o Balmaceda, como Clotario Blest, como el cardenal Silva Henríquez y tantos otros grandes con quien la historia no ha sido todo lo justa que debiera.
Por eso no voté por ninguno, porque para mí, todos eran ganadores desde el principio.
¡Viva Chile!
¡Vivan los chilenos todos!

lunes, 8 de septiembre de 2008



This is the end

¿Y si el mundo se acabase mañana?
No es una pregunta nueva. Muchas veces la he escuchado, pero como nunca me he considerado muy apocalíptico, no le había tomado el peso. La verdad, el fin de mundo me sigue pareciendo lejano. ¿O no?
Las visiones agoreras de un final catastrófico donde un Dios lejano y vengativo (como si Dios necesitase vengarse de nosotros, ja) se desquitase de estos pecadores que somos, me causaba una mueca entre fastidio y risa. Nunca creí en cielos que se abrían arrojando fuego a los hombres ni en océanos de sangre (como el Blood Pond del infierno en Dragon Ball, con ogros y todo). Para mí, todos esos eran cuentos de predicadores chapuceros, ávidos del diezmo con que se sustentan a costa del miedo y la ignorancia de mucha gente. Tampoco le di mucha importancia a las amenazas de la ciencia, que tantas veces vimos en el cine y la televisión. Robots que se vuelven contra sus creadores (así como Mega Man contra los robots del doctor Wily), demasiado lejanos. Asteroides que nos impactan, los detectaríamos a tiempo -creo-. Bombas atómicas, tal vez como en Dr. Strangelove, pero difícil sin la Urss en el camino. Además, si nos hubiésemos matado con las bombas, lo habríamos hecho en la Guerra Fría y no ahora en el posposmodernismo. ¿Alienígenas? Sí, seres capaces de surcar el universos, con tecnología infinitamente superior, que consiguieron no exterminarse ellos mismos, vendrían a la tierra solo para matarnos por matar. No me cuadra. Nada me preocupó. Hasta ahora.
En unas horas, en Europa, comenzará a funcionar un acelerador de partículas que durante años se ha estado construyendo en el subsuelo de Suiza. Sí funciona como es debido, significara comprobar o echar por tierra años de teorías en el campo de la física. Un gigantesco avance para la ciencia y la humanidad. Si funciona...
Porque si no funciona...
No son pocos los físicos que han planteado sus temores respecto al LHC (que así se abrevia el acelerador). Sostienen que puede formar agujeros negros que, al igual que los que existen en otras regiones del cosmos, podrían tragarse todo. Eso, claro, nos incluye a NOSOTROS. Glup.
Es la primera vez que me siento un poco inquieto ante la posibilidad del fin. Y no tanto por mi posible muerte, sino más bien por la desaparición de la humanidad completa. Al cabo, yo solo soy un hombre y si desaparezco nada cambiaría mucho. Pero, ¿todo los que fuimos los humanos, borrado de un solo golpe? ¿Quién nos recordará? ¿quién guardará nuestras obras de arte? ¿nuestras humildes construcciones? ¿una copia del Quijote? ¿Quién dirá: este es el fruto del cerebro humano? o ¿Alguien, en algún lugar, sabrá que existieron alguna vez los seres humanos?
No sé si realmente estemos solos en el universo, ni menos los planes que Dios (que al igual que Einstein no creo juegue a los dados) tiene para nosotros. Solo sé que no quisiera que desapareciéramos del todo. No se me ocurre algo más terrible. No imagino un destino más angustiante. Morir es una cosa. Desaparecer, otra muy diferente.
Por si acaso, fue un placer conocerlos. Hasta siempre.