miércoles, 16 de enero de 2008

El ramal Talca - Constitución




Conozco a varias personas que creen "a pie juntillas" en las vidas anteriores. La mayoría de ellos dicen haber sido faraones, reyes, pricesas o grandes personajes de otros tiempos. Yo no creo en ello, quizá por mi formación católica, pero de haber vivido en un tiempo determinado, anteriormente, me habría gustado tener mi edad por la década de los 60. Me hubiese gustado mucho presenciar el mundo y el Chile de esa época de cambios sociales y utopías. Es raro, pero tengo algo parecido a una nostalgia de esos tiempos y, claro está, dicha nostalgia no tienen explicación lógica.
Lo más probable es que las historias de mi familia -en particular las de mi abuelo- tengan mucho que ver con eso. Desde niño me sentí transportado a otros tiempos en que las cosas eran diferentes y más sencillas. Una de las historias de ese pasado efímero que más me gustaba escuchar era la de los viajes en tren al sur que realizaban mis abuelos y mis padres. Las combinaciones en los ramales y esa increíble variedad de gentes que subían y bajaban en los pueblitos, cargando sus bultos, víveres y animales.
Desde chico, entonces, soñé con alguna vez realizar un viaje como aquéllos, para ser testigo presencial de una parte de Chile desconocida para mí. Pero Chile ya no era el mismo.
Para empezar, la otrora inmensa Empresa de los Ferrocarriles del Estado (EFE en la actualidad), es apenas una ínfima fracción de lo que fue y si antes se podía llegar a cualquier parte en tren , hoy con suerte llegas a Temuco y solo en verano. Los ramales ya no funcionan, y la imponente maestranza de San Bernardo hace ya más de una década se transformó en un complejo habitacional. Da pena pasearse por la Estación Central y ver como se pudren bajo el sol los carros que fueron parte de la historia de Chile. De la Estación Mapocho, mejor ni hablar.
Sin embargo, aún me quedaba una posibilidad de conocer algo de lo que fue el pasado del ferrocarril: el último ramal que aún funcional y que recorre unos 88 kilómetros que separan la ciudad de Talca del antiguo puerto de Constitución en la VII región.
Un llamado "buscarril" recorre este ramal. Es una máquina vieja, parecida a un micro con fuelles que funciona con petróleo y que corre por una trocha angosta. Se demora alrededor de tres horas y media en realizar el tramo y funciona todos los días.
Desde el primer minuto parece un regreso en el tiempo. La gente que en este buscarril viaja son campesinos, obreros y algún turista que como yo, siente nostalgias o curiosidad. Sus dos carros, se llenan de víveres, garrafas y ropas. La gente sale de sus pequeños poblados para abastecerse en Talca o constitución, y regresa por la tarde. Es su único medio de transporte, pues no hay caminos que comuniquen estas localidades. El tren serpentea por la orilla del río Maule, a no más de 20 kilómetros por hora, por unos rieles desgastados y con claras muestras de abandono. Y créanme, hay que tener aguante para realizar esta travesía, pues es un viaje duro y agotador, pero es algo que no se olvida y que vale la pena.
Este viaje no solo te acerca a lo que es la historia de Chile, sino que es también el último vestigio de la función social del ferrocarril, la función de ayudar a los chilenos que más lo necesitan a comunicarse con el resto del país. La gente que usa el servicio, quiere y respeta a las viejas máquinas y a sus tripulantes. Les regalan cosas (cajones de tomates, bebidas, animales) y ellos reciben encargos que compran y después pasan a dejar.
Quiera Dios que ferrocarriles del Estado no desaparezca y vuelva a ser alguna vez lo que fue: la forma de transporte para todos los chilenos y un orgullo para nuestro país.

miércoles, 2 de enero de 2008




Súper Mario Galaxy: ¡Okidoki!

Perdónenme la ñoñería queridos y escasos lectores, pero en esta ocasión es el corazón el que manda respecto a lo que estoy escribiendo ahora. Y cómo no, si me encuentro emocionada como hace años no estaba gracias a un videojuego. Ya les había contado antes acerca de mi particular relación con los juegos, en especial con los de la gran "N", como llaman los gamers a Nintendo. Pues sí, con algo de mal sano orgullo reconozco que fui uno de los primeros en tener una Wii, la nueva consola de Nintendo, en mi casa. La compré principalmente para poder jugar como Dios manda The legend of Zelda: The Twilight Princess, y debo decir que me di por satisfecho. Nunca había podido jugar con mis padres que -realmente- detestaban los juegos, pero con la Wii pude hacerlo, y, para mi sorpresa, ellos inclusive tomaron la iniciativa algunas veces. Con mi papá, antes de que enfermara (les contaré de eso alguna vez) jugábamos "golf" del que viene incluido en el Wii Sports y vaya que lo disfrutábamos.

Como siempre me resigné a las críticas de los detractores de Nintendo (Por si no lo saben, hay una férrea disputa entre los amantes del Nintendo, del PlayStation y más recientemente, del Xbox), acerca de que los juegos son gráficamente inferiores o parecen para preescolares. Concedo que gráficamente la Wii nunca será como el Play 3 o el Xbox 360, pero un juego no solo son buenos gráficos, sino diversión, novedad. Cuando un juego no te deja dormir tranquilo pensando en cómo pasar una etapa o tarareas su música en el metro mientras viajas, quiere decir que ese juego es genial.

Dicha experiencia casi "mística" solo ocurre en contadas ocasiones. La primera me pasó cuando conocí el Súper Mario Bros. de Nintendo en 8 modestos bits. En ese instante empezó mi pasión por los juegos. Todos los Marios de Nintendo fueron buenos y novedosos, y con Súper Mario World de Super Nintendo se coronaron las plataformas en 2 dimensiones. Yo sé que TODOS, alguna vez deben haber jugado un Súper Mario, aunque sea solo un ratito.

Muchos años después, y siendo ya adulto, recaí con el bigotón gásfiter. Era el genial Súper Mario 64 de Nintendo64. Ningún jugador del mundo podría contradecirme si afirmo que sentó las bases de la mayoría de los juegos en 3D que saldrían después. Sencillamente genial. No solo por sus gráficos, sino también po el mundo creado, sus desafíos y su música.
En ese mismo tiempo, el otro juego que no me dejó dormir fue el increíble La leyenda de Zelda: Ocarina del Tiempo; ¡Qué juegazo! Insuperable y de acuerdo a muchos entendidos, el mejor juego de la historia.

Como la idea no es alargarme más de lo debido, retomo el punto al que quiero llegar. Los juegos de Súper Mario son generalmente buenos, pero después del Mario 64 iba a resultar difícil superarse. El ejemplo es Súper Mario Sunshine, que sin ser un mal juego, dejó con gusto a poco a quienes nos gustan las historias del gásfiter italiano. De más está decir que el GameCube fue un fracaso como consola y como incentivo a jugar.

Pero eso cambió con Wii, y por eso estoy emocionado. El nuevo Súper Mario Galaxy es todo lo que los amantes del Nintendo podíamos querer. Una historia clásica de Súper Mario, mezclada a la perfección con todo lo bueno que podía ofrecer la Wii. Cómo siempre, el fontanero debe rescatar a la princesa Peach de las escamosas garras del perverso Bowser (sí, ya sé que eso no es muy novedoso) pero los gráficos, los mundos, la música y los retos son sencillamente maravillosos. Es un juego sencillo de jugar, pero a la vez complejo de terminar. Yo ya llevo 48 estrellas y hasta ahora, nada de él me cansa. Es todo lo que podía pedir en cuanto a juegos para esta Navidad.

Ya sé que más de alguno debe estar pensando que soy un nerd de lo peor que hay, y tienen razón, pero bueno, todos tiene sus pequeños dobleces, y los juegos son los míos.

Si alguien puede, lo invito a jugar el nuevo y maravilloso Súper Mario Galaxy para Wii.

P.D.: No, no trabajo para Nintendo.