lunes, 31 de mayo de 2010

Mala gente que camina y va apestando la tierra...


"En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,


y pedantones al paño 
que miran, callan y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas


mala gente que camina
y va apestando la tierra..."


(He andado muchos caminos, fragmento. Antonio Machado)

Quisiera no tener que escribir esto. Quisiera que mi espíritu, mi alma, lo que hay dentro de mi ser entero no me empujase, no me obligase a escribir cosas desde el dolor, desde la rabia, desde la desazón. Porque hoy me cuesta creer en las personas, hoy me cuesta ver en los otros a mis hermanos, y no deseo el futuro sino el castigo y me siento menos bueno. 
Y es que no entiendo, mi Dios, verdad que no entiendo. ¿Por qué, Señor? ¿Por qué personas, hijos tuyos, hermanos míos, pueden actuar así, como actúan, fuera de toda lógica, fuera de todo amor, fuera de la más mínima misericordia? 
Mi hermana salvó una perrita. La salvó de una muerte segura, por frío, por hambre. La salvó después de que sus dueños la tiraran a la calle, solo porque se aburrieron, porque quizá ensuciaba o tenían que gastar dinero en su alimentación. Mi hermana la salvó. Le dio comida. Le compró una casita. Y el animal se lo agradecía a diario, con su cola, con su compañía, con su alegría al verla a lo lejos. No podía traerla a casa, porque con tres perros ya no nos quedaba espacio, pero siempre buscó que estuviera mejor. Que no se mojara en la lluvia, que no pasara hambre, que no se la comieran viva las garrapatas. En casa le ayudábamos. Quizá intentando no encariñarnos, pero era inevitable. Y como podíamos le comprábamos alimento, remedios, antiparasitarios. Inclusive íbamos a esterilizarla para que no diera problemas, para que no molestara a nadie.
Aún así, vecinos furiosos nos conminaban a espantar al pobre animal, a deshacernos de él. Que es una locura gastarse el dinero en eso. Que afea el ambiente. Las críticas venían, inclusive, de quienes botaron a la calle a la pobre perrita. Y sin embargo, mi hermana siguió adelante, intentando hacer ver a las personas que la culpa de los perros callejeros no es de los perros, pero si las personas cree que la pobreza se origina porque hay pobres... poco podía hacer mi hermana.
Así que, un día, aprovechándose de la ausencia, se llevaron a la perra. Solo Tú, Señor, sabes qué le hicieron y dónde la dejaron. Sólo Tú, Señor, que no me contestas, sabes si vive, si está bien o sufre. Solo Tú puedes dimensionar el dolor de mi hermana. 
Quizá Tú si entiendes los por qué, Dios. Yo no puedo. Yo no sé siquiera si quiero entender. Solo sé que hay días, como hoy, que quisiera castigos, quisiera venganza, quisiera blandir una espada sangrienta. 
Te preguntarás, amable lector, de qué me extraño, de qué me espanto. ¿No han sido seres humanos quienes construyeron campos de concentración, sillas eléctricas, aparatos de tortura? ¿De qué te extrañas ahora? Si un hombre es capaz de matar a otro por unos pesos... ¿No es mucho más capaz de matar a un pobre perro?
Hay tanta, tanta mala gente que camina por la tierra... pero el poema de Machado tiene una segunda parte. Y, entonces, veo a mi hermana. Y ya no quiero tanto el castigo como la justicia. No quiero tanto la venganza como la paz. Y todavía dentro de mí creo que puede haber futuros, y que podemos ser "Buenas gentes que laboran, pasa y sueñan. Y en un día, como tantos, descansaremos bajo la tierra".