lunes, 27 de diciembre de 2010

Hágame el favor...



Me cansé.
Me aburrí.
Me choreé.
Me emputecí.
Dígalo como quiera, sé que me entiende.
No dudo que vuestras mercedes han pasado por lo mismo
han experimentado lo mismo,
han sentido en sus pobres huesos lo mismo.
En resumen, me harté de ser el tonto bueno,
el tonto útil,
el chivo expiatorio,
el pañuelo de lágrimas,
el pañol de los consuelos.
Me cansé de tener la culpa,
de resolver las toletoles ajenas,
y prestar los cheques en blanco.
Me sacaron -como decía mi abuelo Q.E.P.D- los choros del canasto.
No respondo más por los errores ajenos,
que por tanto tiempo hice míos
la empatía tiene sus límites, amable lector.
Ya está bueno de pasarme la cuenta,
por lo que no me he comido ni me he bebido.
Córtenla, Vs.Ms, con tenerme pa'la patá y el combo
Y acordárse de mí en las penurias
pero los sábados en la noche na ni na de mi existencia se le viene a la memoria...
total, pasándola bien usté, ¡Qué se mueran los feos!
Todo esto se los digo a vuestras mercedes con mucho respeto.
Su dignidad tiene uno también,
su corazoncito, aunque este medio seco y medio mustio.
Así que ya lo saben,
ustedes que por tanto tiempo han estado conmigo,
más en las buenas que en las malas,
se los he hecho saber de primera fuente,
a boca de jarro, como se dice.
Ya no seré yo quien les dé las gracias a ustedes por "quererme",
si la la cuestioncita es recíproca,
aquí nos queremos pa'los dos lados.
Si le gusta bien, y si no, libre está de seguir su camino,
hallará otros tontos útiles por ahí.
Por mientras, yo que esta noche estoy tan choreado,
le pido
-Y esto sí que es con el mayor de los respetos-,
hágame el favor,
solo por un ratito,
amigo, amiga de la vida,
compañero de trabajo,
ser querido,
ser no querido (pero siempre respetado),
hermano, hermana, compañero, camarada
conocido o ignoto,
hágame el favor,
de irse por un ratito a la mismísima mierda.
Gracias.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Misantropía (y nostalgia) navideña




Me viene, hay días, una gana ubérrrima, política, de querer... golpear a mis semejantes. Generalmente mi misantropía es más bien pacífica y contemplativa, pero en fin de año, suele tornarse más violenta y virulenta. Tanta gente junta en las calles, los pasajes, las tiendas, los supermercados, los trenes... no puede ser buena idea. Súmele usted, despreciable lector, a todo esto los 30 y tantos grados a la sombra que sobre Santiago se han dejado sentir para completar la mala fórmula. ¡Ah! y no olvidemos toda esa decoración navideña donde prima el color rojo, las cancioncillas insulsas que parecen cantadas por eunucos del demonio y la poca amabilidad de todos porque, TODOS nos volvemos un poco misántropos para estas fechas.
Claro que todo esto era más sencillo antes, cuando pequeños. Eran las fechas más esperadas. La época de las luces de colores centellantes, de los árboles de plástico, de la nieve falsa en muchos de ellos. La época de los regalos. Como fuese, para la mayoría de nosotros, nuestros padres trataban de hacernos hermosas estas fechas. 
Tu casa se llenaba de visitas o, a veces, tú emprendías el viaje como visitante. Recibías trajetas de tus parientes en la lejanía. Tu abuela hacía cola de mono, ese brebaje de café, leche y aguardiente. Había pan de pascua y su despreciable fruta confitada. Hasta petardos y fuegos artificiales había antes. La mañana del 25 era plena. Afuera te esperaban tus amigos para jugar, para lucir sus regalos: la pelota nueva, la bicicleta, la última novedad de Taiwán. 
¿Cuándo y por qué es que dejamos atrás tanta alegría? ¿Cuándo perdemos -digámoslo como lo publicidad- esa magia que nos hacía tan felices en Navidad?
Mis Navidades y Años Nuevos se han hecho sistemáticamente más tristes para mí. Ya no hay una abuela revolviendo ollas enormes de cola de mono. Tampoco hay un abuelo con el que chutear la pelota. No hay visitas de parientes, no hay tarjetas postales. Como un trámite, quizá, montamos el árbol, ahora más real pero menos mágico, y colocamos bajo él el pesebre. Pero algo falta.
Por el paseo Ahumada pulula la gente, llena de bolsas y paquetes. No hay descanso. Tampoco hay ya viejos pascueros con quienes sacarse una foto en la Plaza de Armas. ¿Cuántos niños por décadas se sacaron fotos con esos viejos pascueros sudorosos y de trajes mal hechos?
No hay Otto Krauss ni camiones Goliat ni pelotas Saltarinas. Ni siquiera esos avisos de acento español de Jesmar que por años nos bombardearon con Rosalbas y Nenucos se salvaron del inexorable paso del tiempo. 
Y en las carnicerías, panaderías o verdulerías no te regalan calendarios con paisajes, gatitos o perritos, quizá porque ya casi no quedan carnicerías, ni panaderías ni verdulerías. Ahora desde el pan a los juguetes se compran en enormes catedrales con carritos y luces fluorescentes. Ya no hay gladiolos rojos, ya no hay cuentas regresivas y cuecas a medianoche. 
Ahora, solo quedan las multitudes que deambulan. Niños que no se levantan temprano el 25 de diciembre para mostrar sus juguetes: suben las fotos a facebook. 
Y a mí, que estas fechas ya no me dan dolor de estómago de pura ansiedad, me entran unas ganas de que todo pase rápido, que llegue luego el nuevo año. Unas ganas de escaparme un rato de este sinsentido, de esta oquedad que es nuestra vida. Me dan ganas de mandar a la punta del cerro todo y a todos.
Me dan ganas de despertarme niño, otra vez.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Cien





¡Vaya! Sin darme ni cuenta, he llegado a la entrada número cien. ¡Y cómo no festejar el centenario con algo especial! Bueno, especial dentro de las posibilidades de un blog, se entiende. He decidido dos cosas: Cambiar el diseño del blog (estoy en proceso de evaluar una nueva plantilla) y hacer una recopilación de algunos de mis "mejores post" hasta ahora (según mi modesto y poco objetivo criterio). Así que los dejo con mi particular selección.
Hola.
Aún no sé bien qué haré con este pequeño pedacito de ciberespacio. Supongo que lo más conveniente será dar a conocer al mundo (más bien, a quienes les interese) mi parecer sobre las cosas que pienso y siempre callo. Debo confesar que hace tiempo quería tener mi propio Blog, pero la desidia que me caracteriza siempre termina por ganarme. En fin, hoy me sobrepuse.
Ojalá que el trabajo me deje el tiempo necesario para mantener la férrea intención que tengo de publicar períodicamente. Y ojalá, también, que no me olvide de hacerlo.
Eso por ahora, y bienvenidos a mi pedacito de mundo -virtual-.
(Primer post, miércoles 23 de agosto del 2006)
La demanda de calidad en la educación es algo a lo que todos quienes participamos en en ese proceso debemos aspirar, y es por eso que también dentro del aula tenemos que estar comprometidos; alumnos, profesores y apoderados, buscando la mejor educación. Una educación no para el mercado, sino para hombres libres, creativos y solidarios.
Por ahora, a estudiar, a conversar y debatir.
(Pingüinos again, martes 22 de agosto del 2006)
¿Así que uniformarse de acuerdo a cierta tribu urbana es ir contra el sistema? Pobres lo que piensan así...
Por cuántos años escuchamos a los escolares quejarse de el uniforme de pingüino que debíamos usar (recuerdo que hasta habían chalecos azul marino con un pingüino como insignia), pero ahora andan todos vestidos iguales... ¿Y el corte de pelo? No querían usarlo corto, pero ahora se ven más uniformados que antes.
Si el uniforme los hacía parecer soldados conscriptos, ahora parecen soldados con uniforme de fiesta. Resulta que querer ser únicos y particualares por la forma de vestirse terminó siendo todo lo contrario. Y vamos pagando 40.000 pesos por las zapatillas de cuero sintético que hizo algún esclavo chino o inmigrante ilegal. Luchamos contra el tan vapuleado sistema enriqueciendo al dueño de la marca de ropa que compramos. ¡No meten en dedo en la boca y pagamos por eso!
¡Dios nos libre!
(Moda... ¿Singularizarse para pluralizarse?, jueves 24 de agosto del 2006)
Tengo pocos amigos, pero me acuerdo perfectamente de ellos y, aunque suene lo más cursi del mundo, los guardo muy dentro de mi corazón.
Me he sorprendido varias veces revisando mis viejos cuadernos. Buscando pequeños papeles sueltos dentro de ellos. Fragmentos del tiempo que se quedaron allí. He colgado fotos de mi familia y amigos en las paredes de mi pieza y, en ocasiones, me las quedo mirando por largo rato.
¿Será que en eso consiste envejecer?
(Ubi sunt?, domingo 27 de agosto del 2006)
Si me preguntaran, diría que soy copuchento. Me encanta escuchar historias ajenas; imaginarme el rostro de la mujer infiel, del marido cornudo, el patrón explotador, el cabro chico insoportable. Escuchar chistes y bromear. Esa es la sangre que succiono de los demás, impúnemente.
Y esas vidas de otros, también las vivo yo, y puedo ser muchos más, en un tiempo. 
(Vampiro soy, jueves 7 de septiembre de 2006)
Durante años -tal vez por 20 años-, me dediqué a maldecir la estación de la flores. Desde el momento en que una brisna de viento llegaba a mi rostro trayendo el perfume de las flores en ciernes, mi ánimo, si es que aún era posible, empezaba a disminuir. Y es que me quedaba tan bien el frío y la lluvia. La hojas secas, la tierra húmeda, los vidrios empañados, los abrigos largos y los paraguas. Pero no, por más que lo deseara, la vida a la que tanto temía avanzaba avasalladora ante mí, sobre mí.
Escucahaba a la gente decirse, amorosamente, "¿Escuchaste a los pajarillos cantar hoy en la mañana?" "¿Oíste al zorzal trinar?". Y claro que lo había oído, cochinos pajarracos, despertándome a las cuatro de la mañana con su estridente gritar y gritar. Y qué decir de las policromáticas flores: ¡que bellos colores, qué hermosas texturas, qué maravillosos perfumes, QUÉ INCRÍBLES PARTÍCULAS DE POLEN!... y así, tener que sonarse constantemente, tomar clorfenamina, tener que respirar las pelucitas que soltaban los plátanos orientales que algún paisajista, de cuya madre siempre me acuerdo, tuvo la genial ideas de plantar por casi todo Santiago.
Se nos va septiembre, nos viene octubre. A diario ver noticias de suicidas, soportar crepúsculos de película, mirar un cielo celeste, surcado por algodonadas nubes y volantines cortados, a su vez, estos últimos, perseguidos por mocosos dispuestos a dar su vida por un trozo de papel con dos palos de coligüe.
Para que hablar de lo desagradable que resultaba no poder pasear tranquilo por plazas y parques. Intentar caminar por el césped y tropezar con cientos, con miles de parejas jurándose amor eterno, besándose con pasión, haciéndose arrumacos. ¡Me cortaban la digestión! Desde lejos los miraba con saña. "por que no se van a estudiar mejor" pensaba mientras fruncía aún más el ceño y ponía mi cara más torva. Por dentro, desde mi centro, desde el corazón mismo manaba como de una fuente, la bilis que me corroía hasta la médula.
Pero, sin lugar a dudas, lo que más me enfermaba, era la secreta certeza de que nada era cierto. Saber, muy dentro de mí, que no odiaba la primavera, que me gustaban los días soleados, que habría querido llevarme todas las flores conmigo. La verdad, tan cierta como que hay Dios, de que era una envidia casi piadosa la que me impulsaba a insultar a los amantes primaverales y sus caminares de la mano. Me gustaba el invierno, porque en mi amargura, en mi eterno vestir de gris, pasaba desapercibido, la gente no me veía, no necesitaba explicar mi soledad. Creía, realmente, que mis largos abrigos ocultaban mi existencia; como si el paraguas ocultara la vergüenza de querer amar y no encontrar a quién ni cómo.
(La maldita primavera, miércoles 20 de septiembre del 2006)
Con Pinochet se muere un trozo doloroso de nuestra historia. Que nos sirva de lección para no cometer los mismos errores, para valorar la democracia y la libertad. Para respetar a nuestros hermanos, para aceptar las diferencias. Para trabajar juntos por la verdad, por la justicia, por la solidaridad. Para que nunca exista el olvido, pero sí el perdón. Solo así, algún día, podremos sentirnos ciento por ciento orgullosos y dichosos de ser chilenos.
Y que Dios, en su infinita misericordia, se apiade de esa pobre alma... porque lo va a necesitar.
(Adiós general, miércoles 13 de diciembre de 2006)


 Sin llegar a ser héroes, las personas pueden (y en cierta forma están obligadas) hacer cosas grandes y nobles. No hay santos ni ascetas, sino hombres comunes y corrientes, como cualquiera de nosotros, que puestos en la encrucijada de escoger, escogen el camino de la lucha, de la resistencia, el camino de la "no muerte", solo porque el hombre está hecho para la vida y no para la resignada muerte.
(La peste, jueves 29 de marzo del 2007)
Lo más emocionante de toda esta discusión absurda es que la derecha volvió al redil. Nuevamente se mostró tal y cómo es; como una alianza de hombres liberales que entienden que es el lucro y sus afanes los que mueven y desarrollan las sociedades. Si daba gusto ver a esa gran mujer que es la senadora Matthei -miembro del partido popular- defendiendo el derecho de los hombres trabajadores de este país de fijar ellos lo que consideran justo o no. Después de todo, si la empresa es mía, yo veré lo que pago, ¿o no?
(Nuevamente la derecha, martes 14 de agosto del 2007) 
 El fútbol es un deporte, un juego. Nada más. El mundo no se acaba porque perdamos, ni serán más prósperas nuestras vidas porque ganemos.
A fin de cuentas, ser chileno, creo yo, es mucho más que una camiseta roja. No permitamos que también el fútbol sea un instrumento de dominación de nuestras mentes.
(Cosas del júrgol, lunes 29 de octubre del 2007)
Llegamos a Angol a las seis y media de la mañana. Desde ese instante volví a sentir el olor del sur, de los ríos y los volcanes, de los bosques y los lagos. La ciudad estaba más moderna, pero seguía siendo la misma. Sin embargo, mi más grande impresión, fue pisar nuevamente la casa de mi tía abuela. Fue ver la casa y reconocerla. Es raro, pero sentí que el tiempo se había detenido en ese lugar. El olor fue lo que más me sorprendió. Apenes crucé el umbral y lo respiré, volví a tener seis años por una milésima de segundo, volví a sentirme feliz y seguro, con todo el tiempo del mundo para dejarme querer y dormir sin pensar en las horas del eterno mañana. El patio lleno de frondosos naranjos y durazneros, la cocina oliendo a leña y pan amasado, los dormitorios de techos altos y camas mullidas, el baño enorme y frío. Todo estaba igual, quizá más viejo, pero era ese pequeño espacio de la tierra en que con mi hermano jugábamos a ser quiénes nunca fuimos, con mi abuelo conversabamos hasta bien entrada la noche y con mi mamá entraba al baño, porque me daba miedo entrar solo a ese espacio húmedo de un eco que me parecía sobrenatural.
Es asombroso como uno se va haciendo viejo tan rápido. Los días se suceden con una prisa malévola. Pero, como ya lo he dicho varias veces antes, sigo estando convencido de que envejecer es ante todo añorar. Cuando el tren nocturno salía de Temuco con dirección a Santiago, y yo volvía en él, descubrí que me siento muy viejo, pero me queda el consuelo de que el niño que yo fui sigue corriendo por el patio de la casa de mi tía abuela en Angol.
(Volver, sábado 16 de febrero del 2008)
Ahora, el individualismo la lleva. Sí, porque para ser flaite de tomo y lomo hay que ser profundamente individaulista, sino la cosa no funciona, porque hay que perder absolutamente el respeto por los demás para llevar a cabo las pretensiones falites. Por ejemplo: ¿Qué clase de flaite dejaría de fumar droga o beber cerveza en una plaza solo porque hay niños cerca? ¿O que falite sería uno si dejara pasar la oportunidad de rayar los vidrios del metro para escribir su "tag" que solo Dios sabe que quiere decir?
Y ser flaite no pasa solo por lo folclórico de estas acciones. Las mujeres flaites (que nunca han oído hablar de Simone de Bouvier) se desacreditan a sí mismas, transformándose en los objetos que tantas otras mujeres lucharon por liberar. Todavía me cuesta creer que haya mujeres a las que les encante el reggaeton, a estas alturas himno oficial de Banana Republic y Faitesburgo.
Al flaite no le preocupan los problemas del mundo, solo vive y saca provecho de él. Mientras pueda comprarse Zapatillas con resortes y con un espectro cromático desde el ultravioleta al infrarrojo, todo bien. Mejor si las combina con ropa deportiva (que no es para hacer deporte) Nike o Adidas.
El flaite no vota, no lee, no ve noticias. El faite va a trabajar y le importa un carajo reventar las puertas de la micro en la mañana para poder subirse sin pagar. El faite no tiene tendencia política, no forma sindicatos y si enferma, le basta con insultar a los funcionarios en el hospital para acelerar su atención.
Al flaite no le importa que Chile tenga mal distribución de la riqueza (mientras haya chorreo), que exista ley de subcontratación, menos. Le da lo mismo la gente de Chaitén y los animales de Chaitén. No se preocupa por el calentamiento global ni por la alfabetización electrónica, mientras sepa usar el Messenger y su Sony Ericsson Walkman o su Nokia 5300, todo bakán.
El flaitee stá orgulloso de ser flaite, esto es, de ser ignorante, de que le importe solo él y su entorno, de beber cerveza hasta reventar, de vivir sumido en el presente continuo.
Es Chile un país de flaites, y lo peor es que ya no es necesaria la ropa para serlo. Basta con vivir como estamos viviendo para ir transformándonos lentamente: ver (y disfrutar) la basura que da nuestra televisión, usar el computador solo para chatear, no agarrar jamás un libro, comprar películas piratas que, más encima, son pésimas, leer las Últimas Noticias, ensuciar y destruir nuestra ciudad, no reclamar jamás y desquitarse haciendo todo de mala gana y mal.
Así, el stato quo sigue y seguirá, porque para quienes tienen y seguirán teniendo el poder, los flaites son una bendición.
(Homo flaite, domingo 18 de mayo del 2008)
El gerente se acuesta tranquilo y pronto concilia el sueño. Un sueño como le corresponde a un hombre con la conciencia tranquila. Falta poco para coronar una vida llena de logros. Es cierto que las encuestas están cada vez más estrechas, pero no lo inquietan demasiado. Nadie sabe mejor que él eso de que "el dinero todo lo compra" Más temprano que tarde, quizá no ahora, pero pronto, su inversión será recompensada con un cómodo sillón en La Moneda.
(El gerente, domingo 26 de abril del 2009)
Yo soy el malo de la película. Siempre lo he sido y, probablemente, siempre lo seré. Ese es mi sino trágico. Bueno, la verdad ya estoy bastante acostumbrado, empecé desde mis más tierna infancia. En las obras escolares nunca califiqué para el héroe, no tanto por mis dotes actorales como por mi apariencia. Es comprensible, ¿qué damisela en peligro que se preciara de ser tal habría dejado que un esperpento como yo la rescatase? En cambio, siempre estaba el premio de consuelo, al ayudante cómico, el Sempronio, el "patiño" del verdadero héroe. O el villano, el ser abominable que siempre, siempre, siempre era derrotado. Como yo era (soy) un experto en derrotas, calzaba mejor con el papel del villano.
Así me fui acostumbrando al tajo justiciero del héroe, mientras éstos se acostumbraban a los dulces besos de las heroínas. Lo más cómico, si es que puede ser llamado así realmente, es que el papel de malo se fue haciendo parte de mí en la vida diaria. Nunca ayudaba a mis hermanos con sus estudios como se esperaba del mayor. Nunca saqué las notas que mi inteligencia tendría que haberme garantizado. Mis cuentos eran buenos, pero, siempre salían segundos en los concursos. Siempre fui un buen amigo, pero no calificaba como "hombre" de ninguna de mis compañeras.
Y, como nada parecía darme resultado, empecé a probar con el sarcasmo, la crítica y la ironía. Allí estaba Felipe, el ogro, sentado en el rincón más oscuro de la sala, sin polola, con uno o dos amigos, leyendo y hablando cosas que nadie más entiende, riéndose de sus estúpidas y "vacías" compañeras y de sus limítrofes compañeros. En la casa fue lo mismo. Decidí reducir mis risas al mínimo y ser lo más amargo posible en mis comentarios. Y me sentía bien, al menos ahora, estaría solo con motivos y no como antes, solo porque sí.
(El malo de la película, domingo 14 de junio del 2009)
Enríquez, hasta ahora, solo ha demostrado demagogía, transformándose en el digno sucesor de Lavín. Qué más demagogo que un candidato que a propósito de la pena de muerte, dice que "ate dilemas ético y morales, debiese ser el pueblo quien decidiese". Claro, el pueblo es experto en materias éticas y seguramente ocupará su razón y no su corazón si le preguntamos ¿Está usted de acuerdo con matar a los violadores psicópatas asesinos de niñas inocentes? Sobre todo, con la profesional mirada que nuestros medios le dan a las noticias de esta índole.
Con todo esto, solo gana la derecha. La culpa es del chancho, pero también de los que le han dado una y otra vez el afrecho. Los mezquinos egoísmos de unos y los mezquinos intereses de otros, pondrán a los más egoístas e interesados en el gobierno, encabezados por el gerente.
(Monstruos, martes 11 de agosto del 2009)
...Yo no soy yo:
soy otro que murió hace tiempo.
Mi fantasma se me aparece por las noches
y me pena por no ser él.


Mi cadáver se corrompe en una sala de clases,
en los patios,
las oficinas,
la sala de profesores...
(Esta noche, domingo 30 de agosto del 2009)
¿Cuántos años hacía que me levantaba antes de las seis de la mañana? Ya no recuerdo, me parece que siempre. Como me parece que siempre hubiese estado dentro de una sala de clases, ora como estudiante, ora como profesor. ¿Cómo no va a ser raro entonces, levantarse y descubrir que se tiene todo el tiempo del mundo por delante... ? Hoy me sobra el tiempo, pero me faltan las ganas, los objetivos. 
Ahora mido el tiempo no en horas pedagógicas, recreos y campanadas, sino por intervalo entre cápsulas y pastillas, visitas al médico y a las farmacias.
Ahora, mi teléfono suena y suena, pero no contesto.
Ahora recibo mensajes y correos, pero no contesto.
Ahora cierro las ventanas, las cortinas y me escondo.
(Mi dolor no es menos..., sábado 12 de septiembre del 2009)
Ahora estoy compeltamente solo
y no hay ser humano en el mundo capaz de entender mi dolor,
mi frío.
Solo me declaran sus buenas intenciones.
Gracias,
pero no es necesario:
cuando el frío viene de adentro,
no hay estufa,
abrazo,
manta,
sol
ni Dios
que lo aplaque. 
(Frío, sábado 19 de septiembre del 2009)
Ahora, ahora mismo, él está sentado solo, cansado y a oscuras frente al computador. Ha pasado otro año y no le quedan más que recuerdos felices. Ya no hay risas, ni sueños. Porque él ya no sueña. Algo se quebró. Su único anhelo es la evasión, la melancolía. Él, a oscuras, ya no se siente él. Y así, sentado en la oscuridad de su habitación, se duerme.
Mañana, otro día más y a envejecer.
(El tiempo, el implacable, el que pasó, domingo 18 de octubre del 2009)
 La autoayuda es como la música pop o las teleseries, hechas para dejar contentos a todos. Si quieres escuchar que eres bello, hermoso, un ser de luz, párate frente al espejo y dítelo tú mismo. Pero acuérdate que afuera siguen matando gente en las guerras, los niños se mueren de hambre mucho más cerca de lo que crees y tú estás lleno de deudas y no le encuentras el objetivo a tu existencia. Y ningún libro te va a salvar de la responsabilidad que en todo ello te cabe. La insoportable responsabilidad de seguir viviendo.
(Autoayuda, viernes 4 de diciembre del 2009)
Nos vendieron el cuento de que todo está resuelto. De que ya no hay heridas. De que es mejor olvidar y mirar para adelante y no por el "retrovisor". 
Nuestro problema es la mala memoria. Porque nos quejamos de nuestros malos sueldos, pero votamos por quienes nos explotan. Nos quejamos de la cesantía, pero votamos por quienes la generan por su especulación. Nos quejamos de la delicuencia, pero votamos por quienes ayudan a generarla a través de la injusticia que su avaricia provoca. 
En el fondo, amigos míos, a pesar de las 4X4, seguimos siendo los que Paulo Freire dijo hace tantos años: peones de fundo explotados por capataces y patrones, pero lejos de aborrecerlos, solo queremos llegar a ser como ellos.
Dios no ampare.

(La mala memoria, jueves 21 de enero del 2010)
Lo que sucedió después del terremoto es la suma de lo mal que hemos hecho a nuestra nación. Es la verdad del modelo de sociedad que hemos construido, ya sea como dirigentes o como silentes, porque aquí sí que el que calla otorga.
¿Cómo podíamos realmente pretender que esos jóvenes que escapaban con plasmas bajo el brazo estuvieran mejor con una pala ayudando a sus compatriotas sepultados por el maremoto, si nunca nadie les mostró una veta de moral, de cívica? ¿Si nadie les dijo que sus vidas valían tanto como las de cualquier otro chileno, de cualquier otro ser humano? ¿Si les mostramos que la gente no vale por el solo hecho de ser personas, sino por el auto que maneja, la casa en la que vive y el televisor que contempla?
(La gran grieta, jueves 4 de marzo del 2010)


Y, mientras, se aprueba un nuevo impuesto a la gran minería que es un chiste. Mientras, el ejecutivo manda una proyecto de reforma constitucional al congreso para reelegir al presidente. Mientras, decenas de mapuches estaban en huelga de hambre, mientras varias minas y fábricas están en huelga por mejores condiciones laborales, mientras se envía un proyecto de concesión - privatización de los hospitales públicos, mientras... la vida real.
Pobres mineros. No es culpa de ellos, sino de otros más siniestros y maquiavélicos. Dentro de unos días ya poco se les recordará, pues nuestros medios y nuestro gobierno encontrarán un nuevo show que mostrar al público siempre ávido de "realidad", mientras ésta no sea la de ellos mismos.
¡Que se enciendan los reflectores, que el show debe continuar! 
(El show debe continuar, jueves 14 de octubre del 2010)





viernes, 3 de diciembre de 2010

Teletón o el plusvalor de la solidaridad




Sé que quizá, con este post, me ganará la antipatía de muchos... mas es un riesgo que debo tomar.

Noviembre y diciembre son los meses tradicionales de la llamada "solidaridad chilena", esa que de tanto orgullo nos llena frente a cualquier observador extranjero. Son los meses de la cuenta 24.500 -03 del Banco de Chile, los meses del "Levántate, papito", la época de "Lo podemos lograr, lo podemos lograr, si encontramos la fuerza para vencer...". Es el tiempo de las 27 horas de amor, de los niños símbolos y los rostros solidarios de la tevé chilena en pantalla.
Nos acordamos, para estas fechas, que existen los cojos, los tullidos, los hemi, para, tetrapléjicos, solo que los llamamos "discapacitados", al menos mientras dura esta época. Después, cuando uno de estos "discapacitados" haga parar la micro, nos quejaremos por la demora, o seguiremos usando los ascensores del metro hasta descomponerlos o nos haremos los dormidos para no dar el asiento al señor con muletas... Después, porque en estas fechas mega solidarias no. 
Es el tiempo de las colectas en los colegios. Es el momento de comprar solo aquellos "solidarios" productos marcados con la cruz patada. Es el momento en que los animadores de la televisión nos den clases de solidaridad...
¡Cuánto más se puede manosear una palabra hasta hacerle perder el sentido!
Solidaridad... ¿Qué significa ya?
No pondré yo en duda las buenas intenciones que detrás del origen de la Teletón hay. Tampoco diré nada en contra de las buenas cosas que con ella se logran (porque es así, es verdad que muchos niños y jóvenes consiguen rehabilitarse gracias a ella), no es esa mi intención. Lo que ya no puedo tolerar es la hipocresía y la avaricia que muchos disfrazan detrás de máscaras, detrás de la vilipendiada palabra solidaridad.
¡Que no intenten hacerme creer que tal o cual animador farandulero o pseudo artista de kermés es un ejemplo de solidaridad! Ya no me puedo tragar la solidaridad catódica (o en cristal líquido o plasma y hasta en HD) de tipos que manejan BMW y gastan dos millones de pesos en una corbata o un par de zapatos. No me compro las lágrimas de una platinada animadora que desayuna bótox, almuerza silicona y cena colágeno. ¿Cómo pretenden que crea en la solidaridad de quienes se han hecho "famosos" gracias al chisme, al cahuín, a la injuria y la infamia? ¿Gente que para participar en la Teletón pone como condición estar sobre el escenario en prime time y si no, no participa?
Menos aún me traten de vender el cuento de la Solidaridad Empresarial. Esa solidaridad de petit bouche y Chivas en las rocas. Solidaridad contemplativa desde la terraza de Casa Piedra, desde los salones del Ritz Carlton, desde las cómodas butacas de la ENADE. Solidaridad de actores "disfrazados" de mendigos, de pobres... como si ser pobre fuera una caricatura, un arquetipo, un personaje de ficción.
¿De qué solidaridad me hablan, por Dios? ¿Cuando las empresas que "apoyan" a la Teletón quintuplican sus ventas y, con suerte, donan un 2% de sus ventas? ¿De qué compromiso social hablamos cuando estas empresas gastan más en publicidad para anunciar que están con la Teletón que lo que donan realmente? ¿Podemos decir que hay caridad en donar si con ello dejo de pagar impuestos que construyen hospitales, reparan escuelas, financian programas sociales?
Yo todavía creo en esa tonterita que dijo ese carpintero loco de que "Lo que haga tu mano derecha no lo sepa la izquierda". Y si bien, la mayoría de estos empresarios no falta nunca a misa en sus iglesias monumentales, parece que si leyeron alguna vez la biblia, se les olvidó. Si fueran realmente solidarios, no extorsionarían a la gente para que compre su producto. Calladitos irían al banco, sacarían su chequera y firmarían un cheque con muchos ceros que, de todas formas, no pondría en riesgo para nada a su empresa o su forma de vida.
Por favor, no me mal entiendan. Creo en la ayuda, en la solidaridad. Estoy seguro que la mayoría de quienes van al banco y donan lo hacen de buena fe, con ganas de ayudar. Yo mismo lo he hecho muchas veces, porque sé que la plata se ocupa con un noble fin. Mi idea no es hacer un llamado a no donar o no participar de la Teletón, sino a que seamos un poco más críticos ante quienes, a como dé lugar, buscan meternos el dedo en la boca. Es un llamado ha ser también más consecuentes, porque nada vale donar 5000 pesos si después me río del cojo, no cedo el asiento a la señora parapléjica o me enojo y quejo porque una silla de ruedas ocupa mucho espacio en el vagón del metro.
Por último, queridos lectores, creo en la solidaridad tanto como en la justicia. Y si somos honestos, la Teletón ojalá no tuviese que existir. Ojalá ningún niño -ni ningún ser humano- tuviese que "suplicar" por ayuda, por un derecho; por el derecho a la rehabilitación, el derecho a desarrollarse, el derecho a ser persona. Ojalá esas terapias estuvieran en los hospitales públicos, en las salas de clases de los colegios fiscales, en las universidades del Estado.
Que nunca se nos olvide que "La caridad empieza donde termina la justicia".
Vale.

jueves, 18 de noviembre de 2010

El Loco o la lección de dignidad



Sabe Dios que nunca he sido aquello que, en la jerga de los que saben del asunto, llaman "futbolero". No voy al estadio, no me amargo la existencia si el equipo de mis amores pierde un encuentro, y creo que con  suerte sé los nombres de uno o dos jugadores de ése equipo de mis amores. Ni me pregunten de estadísticas ni historia. Bastará, para convencerlos de mi poco conocimiento del balompié, que les confiese que mi club favorito es la Universidad Católica, sempiterna segundona en los campeonatos nacionales.
Debo señalar que en materia de fútbol, tengo varios prejuicios. Crecí viendo espectáculos deplorables. Imagínense que el primer partido del que tengo conciencia de haber visto con interés fue el de nuestra selección contra la de Brasil, aquel aciago día en que nuestro arquero, apodado "Cóndor" Rojas, se inventó una lesión más falsa que amigo de Facebook, producto de una bengala que ni lo rozó. 
Como si aquel engaño que costó años de no poder participar en eliminatorias a nuestra selección, no hubiese sido suficiente, también desde chico presencié papelones, "boletas" en jerga futbolística, que todos los demás equipos de verdad nos daban. Desde los clubes hasta la selección. Y claro, ¿Qué podía hacer Chile frente a esos mastodontes uruguayos? ¿O frente a un Maradona que, con mano o sin mano de Dios, ya era una especie de dios del balón? ¿O ante la alegría bailable en camisetas amarillas de un Brasil siempre talentoso?
No. Desde niño me di cuenta de que nuestro fútbol era tal y como somos nosotros los chilenos: grises y con complejo de inferioridad. 
Por eso me costaba entender que un grupo de hinchas termocéfalos fuese a celebrar porque empatamos con Venezuela o le sacamos tres puntos a Bolivia... de locales, claro.
Y qué decir de los jugadores. Tipos sin disciplina, cuyo único objetivo en la vida era un Ferrari y una modelo platinada y siliconizada en el asiento del acompañante. Jugadores que se arrancaban a burdeles durante las concentraciones, que se arrojaban jamón, mantequilla y pan en los hoteles, que desayunaban Piscolas, Cubas libres y Gin con Gin a las tres de la tarde.
Crecí viendo entrenadores que sabían mucho de como hacer asados, de tirar tallas, de fumar, pero que de fútbol sabían solo que poco pierde el que nada arriesga. Y esa fue la impronta que le dieron a nuestro fútbol ("júrgol" en su pronunciación), colgarse del arco si fuese necesario para obtener un empate que celebraban como triunfo. Esos simpáticos directores técnicos que se iban a los programas de farándula con el equipo completo hasta altas horas de la noche, los días anteriores a un partido.
¿Y los dirigentes? ¿Qué se puede decir? Mafiosos y mediocres que año tras año, escarbaban hasta encontrar algo que robarse de Quilín o de Juan Pinto Durán. 
Nada. Eso era nuestro fútbol. Nada.
Y de pronto, sin aviso, la revolución. Los clubes "chicos", esos perdidos entre los cerros, en pequeños pueblos, ésos que todavía juegan en canchas de tierra, se dieron cuenta de que podían ser algo más si elegían mejores dirigentes. Y eligieron bien. A un tipo responsable, educado, capacitado y, por sobre todo, honesto: Harold Mayne - Nicholls. 
Se hicieron auditorías, se sacaron los trapitos al sol, se mandó para la casa a los ladrones. Por fin, una luz de esperanza. Mayne Nicholls sabía que si queríamos de una buena vez salir del pozo, debíamos hacer una fuerte inversión y dejar atrás las viejas y mediocres fórmulas. Hizo lo impensado: llamó a un hombre que estaba en el "ostracismo futbolístico", a un tipo que muchos calificaban de "Loco". No tuvo que ir muy lejos, estaba al otro lado de la cordillera, era Marcelo Bielsa.
Pedro Carcuro, el comentarista de fútbol, lo resumió así: "Fue como comprarse un Ferrari en diez millones de pesos".
Y claro, ¿Por qué un técnico exitoso y de renombre iba a venir a pudrirse en un país que solo sabía de "triunfos morales", lindo eufemismo para derrotas? La plata era poca, las instalaciones y estadios malos, los jugadores con prontuario y la gente desconfiada y exitista... y, sin embargo, se vino.
Bielsa, el Loco, pidió quedarse a vivir en Juan Pinto Durán, dentro del mismo lugar de entrenamiento, en una humilde casita que había. Por las noches, se paseaba por las canchas pensando, imaginando. Por el día veía una y otra vez sus miles de video. Mucha gente lo vio en el teatro, en restoranes, comprando libros o películas. ¿Un entrenador de fútbol que disfruta de las artes escénicas, del cine y la literatura? ¡Válgame Dios! 
Continuando con sus locuras, le hizo ver a los futbolistas que debían seguir sus órdenes, que había que esforzarse, que no era bueno distraerse con farándula. Los convenció de que la mejor defensa era el ataque y de que éxito y felicidad no eran sinónimos. Los hizo creer en ellos, en sus capacidades. Nos hizo ver a todos que no era un sino trágico el de nuestro fútbol, que no estábamos condenados a ser siempre una pésima copia de nuestros hermanos mayores con vista al Atlántico.
Y mientras se mejoraba la infraestructura de Juan Pinto Durán y se construían después de décadas estadios nuevos, la selección chilena empezó a ganar partidos, ¡Y no solo eso!, sino que, cuando perdía, nos quedábamos con una sensación completamente nueva: realmente se había dado todo en la cancha. Por fin se había, de verdad, "mojado la camiseta"
Y el mensaje de ese Loco argentino, traspasó a la sociedad entera. Se podían hacer las cosas bien si uno se esforzaba y era paciente. Y en las universidades los alumnos iban a escucharlo en sus charlas. En las poblaciones más pobres y marginadas, el Loco aparecía de improviso a conversar con los niños, con los jóvenes que aún tenían sueños. A sacarse fotos, a conversar con la gente. No había cámaras, no había periodistas, no había políticos que se quisieran aprovechar.
La alegría brotó partido tras partido. Permeó incluso a tipos que, como yo, no "estabamos ni ahí" con el fútbol, porque no era solo fútbol, era una doctrina, una ideología, un ideal nuevo; era la constatación de que se puede ser mejor, siendo humilde, trabajando, luchando.
Pero la avaricia puede más. La ambición desmedida de dinero y poder pudieron más que muchos. "Es un monstruo fuerte y pisa fuerte".
Por algo así como cuarenta monedas de plata, los mismos clubes chicos que tanto habían mejorado con Mayne Nicholls, lo traicionaron, lo vendieron a cambio de promesas, de una mísera dádivas de los tres clubes más grandes que no querían igualdad para todos los clubes.  Oscuros empresarios, capitalistas burgueses, después de todo, no querían seguir ganando mucho... ahora querían ganarlo todo.
Mientras Bielsa, que no se vendió nunca, que no quiso que cierto candidato que después compró al presidencia del país se colgara de su fama ni de la de la selección, dando una clase de libertad y dignidad, se negó a ser un payaso más del baile, no iba a entrar en el juego del nuevo gobierno - coporación que ahora manejaba Chile. Eso molestó al poder. Molestó a quien, además de ostentar el poder político, ostentaba un enorme poder monetario y era dueño de más del 12% de las acciones del club más grande de Chile.
La suerte del Loco estaba echada. Un teléfono. Una conversación en las sombras. Un empresario oscuro era el nuevo presidente del fútbol chileno.
"Ahora podremos controlar al Loco" Pensaron estos empresarios cuyo corazón no late sino ante cosas metálicas y brillantes. Pero el Loco era demasiado "loco", demasiado necio, demasiado digno...
Nos dio su última lección, una lección de dignidad. Aunque nos duela, aunque lloremos... 
Se va el Loco. Se va porque no se vende. Se va porque no cree en el exitismo, se va porque cree en los procesos, en el trabajo a largo plazo. Se va porque empeñó su palabra y lealtad. Se va, finalmente, porque él siente algo que los empresarios capitalistas nunca conocerán ni podrán sentir y menos entender: se va porque él ama lo que hace, ama el fútbol. Porque el fútbol no debiera, no puede ser solo un negocio. Porque la alegría no se puede vender y menos comprar.
Y nos quedamos como huérfanos. Así como Segismundo despertando otra vez encadenado y en la torre, creyendo que los últimos años fue solo un sueño...
Mientras, los señores dueños de Chile, celebran. Mientras, hay un títere en la ANFP, pero el titiritero está en La Moneda. Mientras, todavía no nos resignamos. 
Porque esta vez si hubo indignación. Porque esta vez no se la van a llevar tan fácil los mismo de siempre. Esta vez pagarán, aunque no sea ahora, aunque no sea rápido. ¡Quién lo diría! La gente está despertando gracias al fútbol. Pronto no solo verán la injusticia de sacar a quienes hacían bien las cosas, sino que volcarán su vista a los hospitales, a las escuelas, a las fábricas, al comercio... más temprano que tarde recobraremos la vista, la fe, la esperanza.
Porque si algo aprendimos de Marcelo Bielsa Caldera es que la dignidad no se vende. Que hay que luchar y trabajar, así nos cueste muchos años. Pero los frutos vendrán un día. Sí que vendrán.
¡Gracias, don Marcelo!

martes, 9 de noviembre de 2010

Destino



¿Qué es el destino? ¿Existe acaso tal cosa? Mucho tiempo de mi vida me he dedicado a reflexionar sobre aquella cosa. Destino... casi imagino esa palabra escrita siempre con signos de interrogación, como una tarjeta del Monopoly o de La gran Capital.  No es algo sencillo, y estoy más que seguro, a varios además de mí,  le ha quitado el sueño muchas noches.
Si Dios existe, entonces existe el destino. Mas si no existe Dios, ni dioses, ni demiurgos que decidan por nosotros, quiere decir que no hay un destino y somos completamente libres de trazar nuestros caminos. Pero entonces... estaríamos destinados a construir nuestro destino, por lo que el destino seguiría existiendo... uf.
Ahora bien, demos por sentado que Dios existe. La mayor parte de los seres humanos cree en algún tipo de deidad o deidades o poderes superiores y creadores. Bien, digamos que hay Dios, ergo hay destino. Pero los cristianos creemos en el albedrío, por lo que somos libres y Dios no decide por nosotros; nosotros somos nuestros propios artífices... pero si Dios es omnisciente, quiere decir que conoce nuestro futuro, si lo conoce es porque ya existe ese futuro, por lo tanto, está escrito, es nuestro destino y el albedrío se nos va al carajo... uf x2.
Ya. Mejor me dejo de argumentaciones falaces y paradojas... no es en verdad de eso de lo que quiero escribir. No quiero probar o rebatir la existencia del destino, porque, no tendría como hacerlo. Lo que realmente me interesa es divagar sobre la posibilidad de un destino, sobre lo necesario que me resulta, pues es el destino, al menos para mí, lo que podría dotar de un sentido a las cosas que me ocurren en el día a día. 
Muchos de ustedes habrán leído El hombre en busca de sentido. Si no, es probable que hayan escuchado ese título. Yo lo leí hace algún tiempo ya, pero nunca dejó de impresionarme cómo, el narrador, sumergido absoluto horror, en el dolor, en el sinsentido de un campo de prisioneros nazi, fue capaz de ir dotando a las cosas de un sentido de una razón que le permitiera seguir viviendo y no rendirse, no dejarse morir. 
Se ha preguntado, usted querido lector, cuál es la razón de su existencia. en otras palabras, ¿Para qué vive usted? o más bien, ¿Por qué vive usted? Yo he vivido toda mi existencia racional preguntándomelo. No es algo muy tranquilizador, no es una pregunta que quizá uno debiese hacerse antes de dormir. Sin embargo, nunca he podido dejar de preguntarme por el sentido de mi existencia... ¿Se debe a una causa o solo al azar?
Me pregunto si estas preguntas estarán rondando la cabeza de la mayoría de las personas... espero por su salud que no.
Ya sé, desocupado lector, que quizá todo esto sea absurdo. Varias personas, incluso muy cercanas, me han invitado a dejar de pensar tonterías y a tratar de vivir  más relajado, más alegre. "¡La ignorancia es una bendición!" me dijo una vez alguien muy querido. Pero en mi caso creo que "el que nace chicharra, muere cantando" que extrapolado a mí persona sería "el que nace amargado muere penando".
En fin. Supongo que es en las pequeñas cosas dónde puede verse la acción de ese incierto destino de cada quien. Tal vez todo no es más que un ejercicio de imaginación. La micro que se me pasó, el tren al que no me subí, el café al que no entré... cómo esas acciones, esas oportunidades hubiesen cambiado lo que soy, mi historia... ¿Algo hubiese cambiado?
No puedo dejar de pensarlo cada vez que dejo pasar un metro lleno. Dentro hay cientos de personas. Quizá una de ellas cambiaría para siempre mi destino. Entonces siento el impulso de subir rápidamente, aunque sea a empujones, pero me detengo súbitamente... ¿Y si es en el siguiente tren donde viene esa persona que cambiará mi existencia? 
Supongo que últimamente ando tan perdido por la vida que necesito dotar de sentido incluso a cosas tan absurdas como el transporte público. De a poco me doy cuenta que tomar ascensores o subir escaleras, caminar una calle o la otra, dejar pasar un tren o no, salir a las 11 o a las 11:05, sentarme aquí o allá y un montón más de pequeñeces a las que intento encontrarles una razón, un sentido, son las que me han permitido seguir medianamente cuerdo y vivo hasta el día de hoy. Por lo menos hasta que encuentre a esa persona.
Vale. 

miércoles, 27 de octubre de 2010

Un cuento de hadas: "The chilean way".


Érase una vez, en un lejano confín del mundo, existía un reino maravilloso, próspero y feliz. Su gente se contaba entre la más alegre del mundo y los avances de su sociedad eran seguidos con atención por el resto del planeta. Inclusive, estos avances se convirtieron en material de exportación para otras sociedades menos desarrolladas o -derechamente- decadentes, como las europeas.
Ustedes, queridos niños, se preguntarán ¿Y qué hacía a este reino tan, pero tan maravilloso? Pues bien, mis ternuras, se los contaré.
Resulta que antes, en tiempos oscuros, este reino estuvo gobernado por distintos reyes. Algunos más tiránicos que otros, pero todos incompetentes. El más terrible de todos, cuyo nombre no diré porque es tabú, era tan, pero tan incompetente que quiso repartir la riqueza del reino entre todos los súbditos. Esto, claro está, molestó a la nobleza que, por razones obvias se opuso a tal medida. Han de saber que los nobles son ricos porque Dios así lo quiso. Así que nada de rebeliones contra los mandatos divinos. Bueno, sigamos. A pesar de la oposición de la nobleza, el rey loco continúo con sus planes y, a tanto llegó, que incluso le expropió los feudos a varios señores del reino y, no solo eso, sino que también estatizó minas y empresas de grandes burgueses del Reino del Norte. 
Como era de esperarse, el Reino del Norte no iba a tolerar semejante desfachatez del rey loco y decidió ayudar a la nobleza nacional a derrocar al rey que estaba llevando al caos marxista comunista a nuestra querida patria. Para eso donó varios millones de galeones de oro a la causa. En fin, a tanto llegó la cosa que no quedó más remedió al valeroso ejército del reino que intervenir en el asunto. Fue así que el gallardo y valiente caballero August, montado en su fiel dragón lanza fuego, bombardeó el castillo real para obligar al rey loco a "dimitir". Lamentablemente el rey no quiso hacer caso y prefirió el suicidio a una largas vacaciones en Cuba, lo que claramente confirma su estado de locura.
En premio a su heroísmo de enfrentar a una docena de hombres con todo el ejército, August se autodesignó rey y capitán general del Reino. Así pasó a ser August I. La tarea de reconstruir la patria no fue fácil. Hubo que hacer grandes esfuerzos, pero el pueblo estaba dispuesto a hacerlos gracias a su gran sentido patriótico y no, como algunos mal hablados dicen, porque estuviesen siendo encañonados permanentemente. Durante ese periodo muchos malos chilenos siervos del reino desaparecieron misteriosamente. Lo más seguro es que se arrancaron para no trabajar los muy vagos.
Sin embargo, August I, que era muy instruido en armas, tortura y combate desde el escritorio, no tenía idea de economía. Ante esa situación, sus nobles le consiguieron excelentes ministros de hacienda y economía que habían estudiado en prestigiosos colleges del Reino del Norte. Estos ministros, jóvenes y llenos de buenas ideas, llegaron a la conclusión de que el reino tenía más empresas de las que necesitaba y que era menester deshacerse de ellas. Empresas que, por lo demás, no eran gran cosa... digamos unas lineas aéreas, dos compañías de telecomunicaciones, un laboratorio que fabricaba medicamentos baratos, distribuidoras de agua potable, generadoras de electricidad, entre otras. Como esas empresas eran tan, pero tan problemáticas, la única forma de extirparlas del Estado fue vendiéndolas a precios minúsculos para que algunos buenos y solidarios ciudadanos del reino y extranjeros (principalmente del Reino de Hispania) las compraran por pura filantropía. 
A pesar de estas medidas, todavía no se podía levantar la economía del reino, por lo que, en una nueva demostración de amor por la patria, los jubilados renunciaron a dos tercios de sus pensiones, los profesores a la mitad de sus sueldos, los enfermos a su derecho a la salud gratuita, los estudiantes a la gratuidad en la educación. Todo, lo que fuera, por su amado reino. En gratitud, August I y su séquito, premiaron al pueblo creado las AFP y las Isapres, para que sus ahorros de pensión y su salud dejaran de depender del obsoleto e ineficiente Estado y fueran administrados por privados desinteresados que, por puro amor al prójimo, aceptarían esos dineros para hacerlos fructificar.
Pero como nada es eterno, August I entregó su cargo en los plazos que la constitución (que él mismo redactó) del reino establecía. Vinieron veinte años de oscuridad. De pocos avances. Hubo cuatro reyes en ese tiempo que buscaron manchar el buen nombre de August, pero no lo consiguieron. En todo caso, administraron muy bien la herencia de August y, a pesar de criticarla, no cambiaron nada. 
Pero luego de la tempestad viene el sol... después de veinte años de ineficiencia, años en que el reino se llenó de delincuentes y puertas giratorias en las cárceles, asumió un nuevo rey: Tatán el Magno, cuyo lema heráldico fue: "Ich über alles". 
Tatán el Magno vino a poner las cosas en orden. Le restituyó la grandeza al reino. Era un rey en terreno, de acción. Con sus propias manos rescató a unos siervos que se quedaron atrapados en una mina por un accidente imprevisible. Por esto se hizo famoso en el orbe entero. A donde fuera llevaba consigo el pergamino que los siervos atrapados le regalaron que versaba: "Estamos bien gracias a usted. Mañana estaremos mejor".
Resumir las obras de Tatán el Magno es casi imposible. Solo podemos destacar algunas cosas, como haber vestido de túnicas rojas a toda la corte real, profundizar y perfeccionar las reformas económicas de August I, deshacerse de las últimas empresas ineficientes del Estado, sacar a los zánganos apátridas de la administración del reino, regalar al pueblo múltiples circos para su deleite y distracción, otorgar mayor seguridad al reino enrejando y electrificando calles y pasajes, establecer impuestos justos a las mineras extranjeras invariables en 80 años, delegar definitivamente a los filántropos privados la educación y la salud del reino, etcétera, etcétera...
Tan maravilloso es el milagro de este reino, que los otros reinos del mundo, cuando quieren decir que algo se hizo bien, dicen "Do it the chilean way".
¡Qué afortunados somos! ¿No?

jueves, 14 de octubre de 2010

¡El show debe continuar!


Listo. Se acabó. El último de los 33 mineros atrapados en el fondo de la mina San José ha salido por fin nuevamente al aire libre, al sol, a la vida. Hazaña fue realmente su supervivencia, su aguante, su apego incondicional a la vida. No ha de restársele méritos a estos hombres, a estos trabajadores, a estos mineros. El mundo entero puso sus ojos sobre ellos y con razón. Son un ejemplo, o más bien, una lección.
¿Habrá imaginado alguno de ellos la suerte que correrían hoy, después de ver colapsar las paredes de la mina el pasado agosto? ¿En las cabezas de sus familiares y amigos se habrá cruzado la idea de que pasarían en cuestión de semanas de ser mineros a rockstars? Esos hombres, de turnos interminables, de sudor húmedo, de oscuridades prolongadas, ésos que ganaban una miseria para hacer más ricos a los dueños de la mina, ellos, ésos ¿Imaginarían alguna vez este circo del que ahora son las estrellas?
McLuhan nos lo dijo hace rato ya: "El medio es el mensaje". Y en nuestros países el "mensaje" siempre es aquel que los medios quieren que recibamos. De más está señalar aquí quiénes son los "poderes fácticos" tras esos mass media que nos bombardearon día a día. 
Y es que nada vende mejor que una tragedia... nada excepto la tragedia transformada en circo, en comedia para las masas, en reality show donde todos, TODOS, tienen algo que ganar. 
Antes de saber que estaban vivos, se alcanzó a hablar de responsabilidad empresarial, de derechos laborales, de fiscalización. Se prometieron leyes, se juraron "nunca mases", se dijo que había una necesidad urgente de controlar la injusticia que provocó esa tragedia... 
Después, vino la alegría. Estaban vivos aún. había esperanza de que los mineros vieran en vida el milagro de la justicia, de las mejores condiciones laborales, pero no... el gobierno y los medios de comunicación pronto olvidaron los anacrónicos discursos de "justicia social" para reemplazarlos por invitaciones a La Moneda, al extranjero, a los programas de farándula. Los derechos se transformaron en regalos enviados desde lugares que los mineros probablemente ni sabían que existían... desde Cupertino, California, Steve Jobs les envía IPods Shuffle, Sony PSPs, Camisetas el Real Madrid, años gratis de pizza y sushi... y miles y miles de cosas más. Mientras, nosotros el público, contemplamos maravillados la generosidad del mundo, a la par que olvidamos cómo fue que llegaron a quedar atrapados esos hombres 700 metros bajo la tierra. Ya no nos importan los derechos laborales, ahora nos importa más el nombre del perro del minero 21, o que el minero 18 tiene una amante, o que el 2 es hincha de la Católica. Asistimos al despliegue comunicacional más grande y burdo de los últimos tiempos. Toda la ciencia y la técnica de la información al servicio del telespectador para enterarnos que el minero 28 es fanático de los porotos con mazamorra. 
Y, mientras, se aprueba un nuevo impuesto a la gran minería que es un chiste. Mientras, el ejecutivo manda una proyecto de reforma constitucional al congreso para reelegir al presidente. Mientras, decenas de mapuches estaban en huelga de hambre, mientras varias minas y fábricas están en huelga por mejores condiciones laborales, mientras se envía un proyecto de concesión - privatización de los hospitales públicos, mientras... la vida real.
Pobres mineros. No es culpa de ellos, sino de otros más siniestros y maquiavélicos. Dentro de unos días ya poco se les recordará, pues nuestros medios y nuestro gobierno encontrarán un nuevo show que mostrar al público siempre ávido de "realidad", mientras ésta no sea la de ellos mismos.
¡Que se enciendan los reflectores, que el show debe continuar! 

sábado, 18 de septiembre de 2010

"Tengo fe en Chile y su destino"



No quisiera ahora discutir la legitimidad de la fecha, ni mucho menos entrar en argumentaciones extensas y fútiles que nos llevaran a tomar partido respecto a si se trata de esta fecha o no el bicentenario, la idependecia o, si es que, existe realmente algo que celebrar. Esta vez me permitiré, simplemente, sentirme chileno.
Hoy quiero sumarme a la felicidad de las personas, aunque no estemos muy concientes de por qué estar felices. Hay tanta historia en Chile, y si la miramos detenidamente, quizá debiésemos estar tristes en lugar de alegres... pero hoy, hoy amigos, me sentiré alegre por aquello que puedo estarlo, por aquello que me da alegría.
Hoy me alegro por Lautaro y la libertad.
Hoy me alegro por Valdivia y su tenacidad
Hoy recorroro los polvorosos caminos con José Miguel y sus hermanos
y me tomo un vaso de vino en Chillán con O`Higgins.
Hoy me disfrazo de otro junto a al guerrillero Rodríguez
para despistar porbres soldados españoles
Hoy camino por el desierto junto a los soldados del caliche
y me despido de Prat y su corazón de mar
Hoy peleo por la defensa de la Patria ante los capitales foráneos
y lloro la partida del presidente Balmaceda
Hoy levanto el puño junto a los obreros en la Escuela Santa María
y me dejo matar por la dignidad del pueblo
Hoy me emociono hasta las lágrimas porque un sencillo profesor de pueblo es presidente
y lo lloro unos pocos años después, junto al todo el pueblo
Hoy mi corazón se maravilla porque un cura ha dicho ¡Justicia social!
y a formado sindicatos, sacado niños de bajo los puentes, le ha dado un Hogar a Cristo
Hoy me alegro por la Reforma Agraria 
y el campsino digno que tanto ha esperado
Hoy me alegro por la CUT y los obreros
y mi abuelo que luchó toda su vida por una Patria mejor
Hoy festejo con el pueblo que ha dicho ¡Revolución! en las urnas
y por el cobre de, por y para los chilenos
Hoy me duele, otra vez, la traición y la felonía
y me duele el presidente muerto en La Moneda
Hoy resisto junto al pueblo digno la bota asesina de cuatro verdugos
y me uno a mis hermanos en torno a la palabra libertad
Hoy recuerdo a quienes nunca regresaron
y lloro con la madre, la esposa, la hija, que se fueron esperando
Hoy salto de júbilo porque, otra vez en paz, dijimos ¡NO!
y el tirano no tendrá un sitio en esta tierra donde descansar
Hoy me invade el espanto de la primera tumba abierta en Pisagua
y no se detendrá hasta que aparezca el último de mis hermanos
Hoy estoy feliz porque se acabó la desnutrición
pero miro con recelo el exceso
Hoy me siento satisfecho porque no hay niño que no vaya a la escuela
pero me preocupa saber qué están aprendiendo
Hoy celebro mi libertad, pero no puedo evitar preguntarme
¿Qué estamos haciendo con ella?
Hoy, amigos, compañeros, compatriotas,
celebro la libertad y la dignidad del pueblo chileno.
Pero esta es una batalla inconclusa
durará mucho más de doscientos años
es, tal vez, eterna.
Aún así, como dijo el compañero presidente en su último discurso: "Tengo fe en Chile y su destino"

viernes, 30 de julio de 2010

La primera igualdad es la equidad


A nadie pareció sorprender la noticia de que Chile sigue siendo uno de los países con peor distribución de la riqueza en la región. Tampoco generó revuelo mayoritario en la comunidad el hecho de que la pobreza durante los últimos cuatro años no solo no disminuyera, sino que, además, aumentara levemente. Uno pensaría, si observase desde fuera, que las masas oprimidas, olvidadas, vulneradas en sus derechos y a quienes la Constitución de la República parece no amparar en su "iguales en dignidad y derechos", pondrían el grito en el cielo ante tanta injusticia, ante tamaña realidad que nos dice que los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobre, mas no... nothing happens... la gente sigue como todos los días. No hay protestas, no hay comentarios en la fila del banco, no hay pancartas frente al palacio de gobierno. No hay indignación. A lo más un "estará de Dios" y a seguir con lo de siempre... con las teleseries de la tarde, que nos permiten no pensar,  con los noticieros, que nos llenan de miedo y desconfianza, con el programa farandulero, que nos distrae lo suficiente hasta la hora de quedarnos dormidos y no pensar... solo despertar un día más para seguir trabajando, porque si no se trabaja no se paga el la cuenta de la luz, y sin electricidad no hay tele que ver, nada que me saque de esta horrible realidad de todos los días.
¿Cómo no pensar a veces que realmente todo está perdido? ¿Que los mismos de siempre consiguieron no solo ganar la batalla, sino también la guerra? Nos ganaron vendiéndonos la mentira de que la riqueza todo lo arreglaba. Nos ganaron convenciéndonos de que bastaba tener un televisor, un celular, quizá hasta una casa para dejar de ser pobre... después de todo ¿Qué pobre tienes tarjetas de crédito? ¿Qué clase de pobre puede comprarse un LCD, aunque sea en 48 cuotas? ¿Acaso lo pobres tienen Facebook?
Y claro, esa estereotipada figura del pobre, algo así como una Charlot, pero sin sombrero, ya no se ve mucho en las calles de Chile. No vemos niños desnutridos, sino más bien rechonchos. No los vemos llenos de piojos, descalzos, harapientos... a veces los vemos hasta con zapatillas de las mejores marcas. No, ya no vemos mucho esa pobreza, la de ahora es más hipócrita... es la pobreza de la escuela municipal donde no se enseña nada realmente. Es la pobreza de hospitales en ruinas donde perfectamente puede alguien morir en la espera. Es la pobreza donde sabes que no ganarás nunca más de 300 mil pesos, que tu pensión alcanzará con suerte para comer, es la pobreza del no habrá vacaciones más allá de la plaza, la pobreza de nunca saldrás del país ni conocerás otros lados, la pobreza de la universidad no es para ti, la pobreza de calla y acata, la pobreza de la casa pequeña y hacinada, la pobreza de no te puedes enfermar porque no hay como pagar, pobreza de las poblaciones feas, del barro, de la micro llena, la pobreza del cine no pero el DVD pirata sí, la pobreza del teatro no, pero la teleseries sí... la pobreza que se perpetua y perpetua. Una pobreza iluminda por rayos catódicos.
Sí, queridos amigos. Es indignate la distribución de la riqueza en Chile, pero lo es aún más la distribución de la cultura. Esa cultura que nos permita indiganarnos, ¡INDIGNARNOS! ante la injusticia, ante una realidad que un padre no puede, no debe querer para sus hijos, una realidad que ninguno de nosotros puede querer para un compatriota, un ser humano. Necesitamos construir una cultura nueva para nuestro país. Una cultura que nos permita apagar la tele un rato, que nos permita dejar de leer las estupideces de Las Últimas Noticias, una cultura que nos haga despertar y darnos cuenta de que hay más, de que podemos más, de que merecemos más en la medida en que luchemos por ello. Una cultura que nos permita exigir nuestros derechos, nos permita exigir justicia social, una cultura que no permita que en una empresa la diferencia entre el que gana más y el que gana menos sea de 200%... una cultura de escuelas dignas, de hospitales dignos, de universidades llenas de hijos de obreros, de barrios pobres pero con plazas y parques, con consultorios, con metro y transporte público, donde la gente no viva con miedo, donde los niños puedan jugar tranquilos...
No sé... creo que ya desvarío... es tarde ya.
Ustedes me dirán... ¿Es tarde ya? ¿Demasiado  tarde ya?

jueves, 22 de julio de 2010

Deber ser

Éste no debería ser yo.
Aquí, frente al teclado, en un céntrico café,
no debería ser yo.
Este hombre amargado que soy
no debería ser yo.
Y, sin embargo, lo soy,
porque me propuse demasiados "debo ser"
me propuse demasiados imposibles,
idealicé más de lo que la justa razón aconseja.
Este que está escribiendo no debería ser yo
yo no debiese ser éste que soy
así, de esta manera oscura,
trasunto de otros tiempos.
Yo no debería ser así
o quizá ya no lo soy.
Los que me conocen hace tiempo podrán decirme
¿Qué hay de mí en éste que soy yo?
¿Queda algo de ternura debajo de estos cueros?
¿Queda algo de amor bajo mi lengua?
¿Pervive aún algo de esperanza en la médula de mis huesos?
Dios mío, ¿Para qué me haz abandonado?
Al final de la partida,
amigos y amigas,
uno nunca debiese ser
uno solo tiene que ser
ser, así no más,
sin condicionantes
ser o no ser
nada más
nada menos
todos los "debiese" sirven solo para hacer castillos en las nubes
y para porrazos
ya tengo bastantes
y eso, no debió ser así,
pero fue.
Así que, para concluir,
éste no debiese ser yo
pero soy
o quizá ya no.

miércoles, 9 de junio de 2010

Lo que Chile no sintió



¡Ay, si el desatino tuviera límites! Pero no, señores. No lo tiene. Así como la estupidez humana que tampoco  tiene. Bien nos lo demostró nuestro a estas alturas ex embajador en Argentina que, en un arranque de sinceridad derechista pocas veces visto, se mandó unas declaraciones dignas de ser grabadas en bronce y guardadas en  los anales de la Historia universal de la estupidez. Lo hizo, además, en uno de los medios más importantes y difundidos de la república Argentina. Lo hizo, a sabiendas, de que nuestros hermanos argentinos sintieron también en carne propia los rigores de una dictadura militar, lo hizo a pesar de que por más que él, la derecha y el actual gobiernos han intentado una y otra vez echarle tierra encima a la historia reciente de nuestro país. 

La entrevista aparecida en El Clarín en sí es bastante insólita, Basta con leer que nuestro embajador no tenía idea que Estados Unidos había tenido algo que ver con  el golpe de Estado ("pronunciamiento militar" lo llama él, lindo eufemismo), quizá también ignora que no solo en Chile, sino en toda Latinoamérica. Pero yo solo quiero detenerme en una de sus declaraciones: la de que la mayoría de Chile no sintió la dictadura, es más, se sintió aliviada de vivir en dictadura.

Yo esperaría que una persona de más de treinta años se sintiera profundamente ofendida por estas declaraciones. Y claro, como no, si las palabras del embajador Otero equivalen a decir que las personas en Chile se sintieron felices de pasar casi dos décadas sin la molesta obligación de elegir a sus autoridades. Casi veinte años liberados de pensar, disentir, poner el grito en el cielo si se le daba la gana. Quiso decir, el señor Otero, que por todo el régimen militar la gente no sintió miedo del carabinero en la esquina, del auto estacionado frente a la casa, de meterse al sindicato, de participar en una reunión política por inocente que fuera. No, claro que no. La gente no sintió que le privatizasen las empresas que eran de todos, que las vendieran a precios irrisorios, entre cuatro paredes. La gente no sintió nada cuando ponía y ponía recursos de amparo para que el ministerio del interior se dignara a decirles dónde estaban sus familiares subidos en plena vía pública a la fuerza en siniestros Opalas negros. No, queridos lectores, los chilenos no sintieron nada cuando pasaron casi diez años con toque de queda, cuando se acabaron los teatros, las peñas, los shows de revista, las inocentes fiestas familiares sin autorización previa de la autoridad competente. No sentían nada cuando civiles no identificados se apersonaban en las fábricas, en las colas del banco, en las salas de espera de los hospitales... nada de nada se sentía cuando en 17 años no se levantó un hospital, no se compró un vagón de tren, cuando se municipalizó la salud y la educación, cuando se impuso una constitución de chiste con chilenos de primera, segunda y tercera clase... cuando se les redujo en dos tercios la pensión a los pensionados, cuando se privatizó el fondo de pensiones... no, seguramente los obreros no sintieron nada cuando una a una las fábricas se fueron cerrando, cuando el vecino no regresó nunca más del Estadio Nacional, o de Tres o Cuatro Álamos... o si regresó, digamos de Villa Grimaldi, de Venda Sexy, de Londres 38, ya nunca fue el mismo...

No. No sentimos nada. Cuando a mis seis años mi papá lloraba por los compañeros degollados y tirados a la orilla del camino. No, nada se sintió cuando unos años después, en Pisagua, aparecían esas personas vendadas, amarradas de pies y manos, apiladas unas sobre otras, aún con sus lentes, con sus camisas, con sus billeteras, como detenidas en el tiempo... fusiladas sin un proceso, sin el derecho a un abogado ni a un juez, sin derecho a un velorio, a un entierro, a una misa por sus almas. 

Se equivocó señor ex embajador Otero. Usted quizá no sintió la dictadura. Usted y sus amigos. Pero la mayoría de los chilenos sí la sintieron y sus efectos se sienten hasta hoy. Porque gran parte de lo malo que somos hoy se lo debemos a esa dictadura y a gente como usted, señor ex embajador Otero.