domingo, 20 de diciembre de 2009

Deus ex machina



Falta ya tan poco para fin de año... y todo, todo se mueve vertiginosamente a mi alrededor, menos yo, que me veo detenido, estático sobre mi eje, inmóvil e incapaz de avanzar (ni retroceder) de ningún modo.
Tantas veces antes, en mi vida anterior -antes de todo esto que me está pasando-, escuché a gentes que decían sentirse dentro de laberintos aplastantes o inmersos en abismos insondables, y yo, yo no los entendía, no podía ponerme en sus lugares. Para mí era todo claro: un problema, una o varias soluciones, y ya está. Pero ahora, yo estoy en el laberinto.
¿Cómo se hallan las salidas de los laberintos? Quizá si hubiese previsto más el futuro debía hacer como Teseo y conseguirme por allí un buen ovillo antes de meterme en laberintos, pero no preví que esto pasaría. Según mi psicóloga solo el tiempo y las exquisitas dosis de fluoxetina que deberé tomar me irán ir encontrando la salida a tanto muro que veo delante de mí. Pero algo no me convence del todo en su hipótesis. Puede que se deba, en todo caso, a que no puedo hoy por hoy ver nada con claridad... podría darme de bruces con la puerta y no sería capaz de verla.
¿No les ha pasado sentir que en meses, muchos meses, nada bueno les ha pasado? Sí, sé que eso puede ser muy injusto, pero más o menos así me siento, como si Dios (sé que Él no tiene tiempo para pequeñeces como esas) se hubiese ensañado conmigo más que con el resto.
Desde chico se me enseñó que el regalo más grande de Dios a los hombres era la libertad, el albedrío, llegando inclusive a darnos la capacidad de negar su existencia o rebelarnos ante Él. Pero yo quisiera en este momento una manifestación más presencial de Dios, que de una vez por todas le dé algo de luz otra vez a mi vida, me deje ver salidas y no solo laberintos oscuros cerniéndose sobre mí. Estoy pidiendo demasiado, un milagro quizá...
Einstein dijo que Dios no juega a los dados, queriendo poner de manifiesto que nada es azaroso en el universo, y por extensión en nuestras vidas. Si Dios se manifiesta entonces a través de lo que llamamos "coincidencias" o "casualidades", tienen muchas razón los que dicen que los caminos del Señor son misteriosos, casi tanto que escapan por completo al entendimiento de un simple mortal como yo.
Casi al terminar la sesión del viernes la psicóloga me preguntó: "¿Crees que ya tocaste el fondo?" Lo pensé unos segundos y le contesté: "No los sé, y eso me aterra. Si estuviera en el fondo solo cabría ir mejorando, como dice Serrat, pero me temo que todavía puede haber más profundidad en este pozo".