viernes, 3 de diciembre de 2010

Teletón o el plusvalor de la solidaridad




Sé que quizá, con este post, me ganará la antipatía de muchos... mas es un riesgo que debo tomar.

Noviembre y diciembre son los meses tradicionales de la llamada "solidaridad chilena", esa que de tanto orgullo nos llena frente a cualquier observador extranjero. Son los meses de la cuenta 24.500 -03 del Banco de Chile, los meses del "Levántate, papito", la época de "Lo podemos lograr, lo podemos lograr, si encontramos la fuerza para vencer...". Es el tiempo de las 27 horas de amor, de los niños símbolos y los rostros solidarios de la tevé chilena en pantalla.
Nos acordamos, para estas fechas, que existen los cojos, los tullidos, los hemi, para, tetrapléjicos, solo que los llamamos "discapacitados", al menos mientras dura esta época. Después, cuando uno de estos "discapacitados" haga parar la micro, nos quejaremos por la demora, o seguiremos usando los ascensores del metro hasta descomponerlos o nos haremos los dormidos para no dar el asiento al señor con muletas... Después, porque en estas fechas mega solidarias no. 
Es el tiempo de las colectas en los colegios. Es el momento de comprar solo aquellos "solidarios" productos marcados con la cruz patada. Es el momento en que los animadores de la televisión nos den clases de solidaridad...
¡Cuánto más se puede manosear una palabra hasta hacerle perder el sentido!
Solidaridad... ¿Qué significa ya?
No pondré yo en duda las buenas intenciones que detrás del origen de la Teletón hay. Tampoco diré nada en contra de las buenas cosas que con ella se logran (porque es así, es verdad que muchos niños y jóvenes consiguen rehabilitarse gracias a ella), no es esa mi intención. Lo que ya no puedo tolerar es la hipocresía y la avaricia que muchos disfrazan detrás de máscaras, detrás de la vilipendiada palabra solidaridad.
¡Que no intenten hacerme creer que tal o cual animador farandulero o pseudo artista de kermés es un ejemplo de solidaridad! Ya no me puedo tragar la solidaridad catódica (o en cristal líquido o plasma y hasta en HD) de tipos que manejan BMW y gastan dos millones de pesos en una corbata o un par de zapatos. No me compro las lágrimas de una platinada animadora que desayuna bótox, almuerza silicona y cena colágeno. ¿Cómo pretenden que crea en la solidaridad de quienes se han hecho "famosos" gracias al chisme, al cahuín, a la injuria y la infamia? ¿Gente que para participar en la Teletón pone como condición estar sobre el escenario en prime time y si no, no participa?
Menos aún me traten de vender el cuento de la Solidaridad Empresarial. Esa solidaridad de petit bouche y Chivas en las rocas. Solidaridad contemplativa desde la terraza de Casa Piedra, desde los salones del Ritz Carlton, desde las cómodas butacas de la ENADE. Solidaridad de actores "disfrazados" de mendigos, de pobres... como si ser pobre fuera una caricatura, un arquetipo, un personaje de ficción.
¿De qué solidaridad me hablan, por Dios? ¿Cuando las empresas que "apoyan" a la Teletón quintuplican sus ventas y, con suerte, donan un 2% de sus ventas? ¿De qué compromiso social hablamos cuando estas empresas gastan más en publicidad para anunciar que están con la Teletón que lo que donan realmente? ¿Podemos decir que hay caridad en donar si con ello dejo de pagar impuestos que construyen hospitales, reparan escuelas, financian programas sociales?
Yo todavía creo en esa tonterita que dijo ese carpintero loco de que "Lo que haga tu mano derecha no lo sepa la izquierda". Y si bien, la mayoría de estos empresarios no falta nunca a misa en sus iglesias monumentales, parece que si leyeron alguna vez la biblia, se les olvidó. Si fueran realmente solidarios, no extorsionarían a la gente para que compre su producto. Calladitos irían al banco, sacarían su chequera y firmarían un cheque con muchos ceros que, de todas formas, no pondría en riesgo para nada a su empresa o su forma de vida.
Por favor, no me mal entiendan. Creo en la ayuda, en la solidaridad. Estoy seguro que la mayoría de quienes van al banco y donan lo hacen de buena fe, con ganas de ayudar. Yo mismo lo he hecho muchas veces, porque sé que la plata se ocupa con un noble fin. Mi idea no es hacer un llamado a no donar o no participar de la Teletón, sino a que seamos un poco más críticos ante quienes, a como dé lugar, buscan meternos el dedo en la boca. Es un llamado ha ser también más consecuentes, porque nada vale donar 5000 pesos si después me río del cojo, no cedo el asiento a la señora parapléjica o me enojo y quejo porque una silla de ruedas ocupa mucho espacio en el vagón del metro.
Por último, queridos lectores, creo en la solidaridad tanto como en la justicia. Y si somos honestos, la Teletón ojalá no tuviese que existir. Ojalá ningún niño -ni ningún ser humano- tuviese que "suplicar" por ayuda, por un derecho; por el derecho a la rehabilitación, el derecho a desarrollarse, el derecho a ser persona. Ojalá esas terapias estuvieran en los hospitales públicos, en las salas de clases de los colegios fiscales, en las universidades del Estado.
Que nunca se nos olvide que "La caridad empieza donde termina la justicia".
Vale.