domingo, 23 de septiembre de 2007


El mono y la mona…


Viendo, hace unas semanas televisión, uno de mis pasatiempos más ejercitados, me encontré con el programa más exitoso entre los jóvenes por el momento, me refiero a Canal Copano de Vía X. La idea del programa no es nada nuevo, solo el rescate de viejas fórmulas, sin embargo entretiene y, a veces, sus conductores, los hermanos Copano, dan en el clavo con sus comentarios, sarcasmos, dobles sentidos y comentarios críticos. Hablaban de algunos videos sacados del Youtube y entre ellos de un tal «Niño Predicador» y como música de fondo escuché la chillona voz de un mozalbete gritando “¡El mono y la mona...!”

«¡Dios me guarde!», pensé. El dichoso pequeñín me pareció el anticristo en persona. Busqué en internet el video y es para morirse de espanto. Para muchos es un mero reírse con las palabras del pseudo predicador, pero yo no me reí, por el contrario, me horrorizó hasta la médula.

Si usted, amable lector, no ha visto el video, le conmino a verlo en el siguiente enlace, luego siga leyendo: http://es.youtube.com/watch?v=b8SHX7qfZf8

Horroroso, ¿No?

Pues bien, lejos de lo pintoresco que pueda parecer a muchos la figura de este rapaz al parecer poseso por el Espíritu Santo mismo, creo que más bien es para preocuparse. Entre ese niño y un terrorista kamikaze no ha de existir tanta diferencia en un futuro. Ese niño es la prueba viviente de lo que la manipulación de la fe puede hacer en los seres humanos.

Sería tal vez interesante debatir acerca de las curiosas afirmaciones del mocoso sobre el origen del hombre y las especies (verbi gracia: “yo no soy pariente del mono, pues el mono y la mona producen monitos… (¡!)”) y más interesante quizá conjeturar qué nos diría Darwin de que de un plumazo se borre toda su teoría de la evolución, porque un preescolar así lo afirma. Pero, que el creacionismo se ponga o no de moda no es lo que realmente me impacta (pese a que me parece absurdo), sino que la forma de hablar del joven predicador.

¿Qué es ese niño sino un pobre títere? Sé que quizá alguien piense realmente que es el mismísimo Dios quien habla a través de él, pero siendo bien objetivos, esa posibilidad es muy, muy remota. La otra posibilidad, las más factible, es más siniestra –no, no tiene nada que ver con el Malo- y es que sean los adultos quienes tienen ciento por ciento adoctrinado al chaval. Ese niño no debe tener más de diez años, y habla como el peor de los fundamentalistas. Que no les quepan dudas, si el mocoso tuviera el poder, haría quemar los libros, laboratorios y universidades, y MATARÍA A QUIEN OSARA SUGERIR CUALQUIER SEMEJANZA CON UN HOMÍNIDO.

¡Qué clase de padres permiten que un hijo sea así! Sé que uno tal vez no tiene el menor derecho de meterse en la crianza de hijos ajenos, pero cómo un padre puede transar la felicidad y el normal desarrollo de sus hijos de una forma tan aberrante.

Ese niño jamás tendrá una vida normal. No podrá salir a jugar, no asistirá a la escuela y tal vez ni monte una bicicleta, por ver en ella una invención del demonio. Ha sido adoctrinado en la peor cara de la fe: el fundamentalismo. Al igual que los niños mártires iraníes, entrenados para ser carne de cañón en la guerra, el chico no es más que una marioneta entrenada por sus padres y el supuesto pastor, para dejarse matar (o matar a otros) con tal de defender una creencia.

La fe sin libertad no puede ser una fe para el amor. El cristiano es por esencia libre, siempre me enseñaron eso. Dios nos ha regalado el mayor de sus dones, la Libertad, tanto así, que somos libres incluso, de no creer en Él. Para mí, y para muchísimos otros, las artes, la ciencia y la técnica, no son más que maneras de buscar las verdades de Dios, de intentar revelarlo. Cuando una fe te quita tu libertad, esa fe deja realmente de amar, pues no te ve más que como un objeto de fácil manipulación.

Así que, me lo he prometido. Cuando tenga un hijo –con la ayuda de Dios-, le transmitiré mis creencias, pero no por ello dejaré de enseñarle las de otros. Quiero que mi hijo viva lo más feliz posible, que vaya al colegio, juegue Nintendo, monte en bici, tenga polola, estudie, se cuestione las cosas, vaya a fiestas y sepa amar.

No quiero superdotados, no quiero moldearlo, manipularlo, no quiero que parezca un trofeo, como hacen esos padres que presentan a sus hijos con ese: “Este es mi campeón, un as del fútbol, puros sietes en el colegio, va a ser ingeniero”.

Quiero un hijo que crea en Dios, pero que no por ello reniegue de buscar respuestas. Un hijo que esté dispuesto a ver, a oir y hablar cuando sea necesario. Y ojalá mi hijo se diga, alguna vez: “el mono y la mona en un momento se pusieron a caminar erguidos…”

Vale.