martes, 17 de octubre de 2006


Años

Ha pasado un año más en mi vida. Aquí estoy nuevamente. Me pregunto, como a diario, qué será de mí mañana. Me levantaré temprano e iré a trabajar. Por la tarde volveré a mi casa para pensar en qué será de mí pasado mañana. Así es la rutina, tal vez así es la vida.
Recuerdo que la víspera de mis cumpleaños, cuando era pequeño, no podía dormir. Era emocionante cumplir años, ser más grande, recibir regalos y saludos. Si tenías suerte, hasta el o los profesores te saludaban. Tus compañeros te daban una "capotera" o te hacían un manteo.
En la adolescencia, los cumpleaños comienzan a cambiar. Muy a mi pesar, se acabaron las piñatas, las sorpresas y la leche con chocolate. Ya eres "grande" y debes hacer "carretes" con baile y ojalá "copete". Quizá por eso desde los 15 hasta los 20 no volví a celebrar mi cumpleaños. Nunca me adapté a ser un adolscente normal.
En la universidad tuve mis mejores cumpleaños. Recuerdo uno en particular. Jamás había sido tan saludado como cuando cumplí 21. Sé que es una superficialidad, pero es muy agradable que te saluden, te abracen y te deseen cosas buenas. Se siente muy bien recibir tarjetas y algún lápiz o chocolate de añadidura.
Los años pasaron por mí, como pasan por la mayoría de las personas, dejando huellas imborrables. Buenos recuerdos, grandes dolores, remordimientos incurables, alegrías y etapas que no viví. Me cuesta creer que viví tantos años preguntándome si este año encontraría un amor... ¡Qué cosas!
No puedo evitar sentirme melancólico en este momento. Pienso en lo que he hecho, pero pienso más en lo que no he hecho. Siempre es difícil aceptar que no se puede recuperar el tiempo perdido. Cuesta resignarse a que lo que no se vivió, lo que no se hizo ya nunca podrá hacerse o vivirse. No puedo volver y decir lo que no dije, abrazar a quien no abracé, besar a quien debí atreverme a hacerlo.
¿Pude haber sido otro? Sólo Dios lo sabe. La gracia está en aprender a vivir con lo que somos y seguir intentando alcanzar nuestros sueños, porque en el fondo son éstos, los sueños, los que te dan la fuerza para vencer el desánimo y la indecisión.
Lo malo es que cada día, sueño menos.