El continente de los Simios
“¿Saben la razón por la que en Estados Unidos nunca ha habido golpes de estado?... Porque en Estados Unidos no hay embajada de Estados Unidos…”
Presidenta Michelle Bachelet durante conferencia en Washington.
Hace poco más de una semana, el mundo entero ha sido sorprendido por una noticia que en los albores del siglo XXI aparece casi como increíble. Una especie que se creía extinta desde finales de los años
Desde inicio de la década de los 70, esta especie que se había circunscrito siempre a determinadas regiones, comenzó a proliferar de manera explosiva, dejándose ver con inusitada frecuencia y violencia. Unos pocos ejemplares fueron invadiendo diversos países de la región, avasallando a quien osara ponérseles por delante. Es verdad que estos gorilas fueron cobrando fuerza, en gran medida, gracias a la alimentación exagerada que “naturalistas” estadounidenses les proveyeron y que, además, los gorilas se transformaron en las mascotas favoritas de las clases burguesas de los países americanos. A tanto llegó la popularidad de estos gorilas, que en los regimientos y cuarteles de las fuerzas armadas, se tuvo a varios corriendo alegremente por sus patios.
Como los gorilas era fuertes, fueron cobrando más y más poder, tanto que varios llegaron a generales y luego, después de asistir a cenas en la embajadas de Estados Unidos y bombardear algunos palacio presidenciales, se proclamaron presidentes, se colgaron medallitas y se dieron pomposos títulos como “Gorila General en Jefe”, como queriendo emular a los próceres o al Dux. Hay que recordar que nada de esto hubiese sido posible sin el apoyo de ciertos hombres de negocios a quienes los gorilas obedecían secretamente, como criaturas bien amaestradas que eran.
Así, durante los 70 y 80s, los gobiernos tuvieron juntas de gorilas y una serie de homínidos se hicieron cargo de la justicia y los primates del congreso. Inclusive, algunos simios se vistieron de sotana y justificaron las atrocidades de sus gorilas en jefe. Otros macacos (principalmente mandriles) encabezaron los organismos de inteligencia, secuestrando, torturando y haciendo desaparecer a quienes no disfrutaban de observar en cadenas de radio y televisión a los monos que tenían el poder. Tristemente célebre fue “Macaco Contreras” en Chile, que incluso osó poner bombas en pleno Washington.
Pero como nada es eterno, el pueblo de América poco a poco se fue desasiendo de los odiosos simios, a través de los medios pacíficos en que los gorilas no creían. Durante los 90, no volvimos a verlos, aunque sus huellas quedaron, pues aunque desaparecieron los gorilas, quedaron los monos más chicos, pero no por eso menos dañinos. Muchos de estos pequeños simios estudiaron en prestigiosas universidades Norteamericanas sistemas económicos Neoliberales que dejaron huellas de pobreza en sus pueblos, difíciles de revertir. En Chile, incluso, armaron constituciones que les permitían seguir atornillados en reductos de poder.
Pero en Honduras, hace poco más de una semana, los gorilas se dejaron ver nuevamente. Estuvieron escondidos en las mansiones de los poderosos de su país, esperando, maquinando, comiendo bananas. Hasta que les llegó el momento. Entraron a hurtadillas en el palacio presidencial, secuestraron al presidente, los metieron en un avión y adiós con él. Lamentablemente, otra vez, las fuerzas armadas se cuadraron con los gorilas y no con su pueblo, demostrando la predilección de generales y almirantes por los plátanos que les da la alta burguesía.
Afortunadamente, esta vez a los gorilas no les fue tan bien como antaño. No encontraron eco en otros gorilas de la región, y
Aquí en Chile, hasta ahora parecemos estar tranquilos. Los simios inferiores están felices con el sistema que ellos mismos dejaron anclado y que les garantiza la mitad del senado para ellos. Inclusive, tienen un candidato presidencial que, aunque ha renegado de los gorilas que lo hicieron millonario, sigue siendo un simio como ellos. Con él se prueba eso de que aunque el mono se vista de demócrata, mono se queda.
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